Columa en La Tercera: Alternativas a la PSU

Por Daniel Rodríguez, investigador de Acción Educar.

Terminado el proceso de matrícula de las universidades adscritas al sistema único de admisión, que usa la PSU como su principal instrumento, y terminada la corta e inconsecuente -pero ya tradicional- temporada de escándalo y rasgado de vestiduras al respecto, es interesante preguntarse qué características podría tener un instrumento o sistema de admisión alternativo a la PSU que fuera superior al vigente.

La primera pregunta a responder es en qué medida el sistema de admisión a la universidad debiera estar relacionado con los aprendizajes logrados en la educación escolar. Esto parece obvio pero no lo es: si bien la PSU intentó poner en valor los “contenidos” del currículum escolar, en contraste con la PAA que medía “aptitudes”, la verdad es que la actual prueba es un reflejo bastante pálido de lo que se espera que los estudiantes sepan y sepan hacer como resultado de la educación media. Su objetivo es predecir el rendimiento futuro de los postulantes, no saber cuánto aprendieron durante su etapa escolar. Esto desvaloriza y simplifica la experiencia educativa de los últimos años de escolaridad, los que se convierten en muchos casos en una preparación mecánica y carente de sentido, desaprovechando oportunidades para aprendizajes significativos. Su formato estandarizado es una limitación; sin embargo, esta es grave solo si se usa la PSU como el único instrumento. La clave no es buscar una prueba que evalúe todo el currículum (algo cercano a lo imposible), sino complementar el test estandarizado con otras formas de evaluación más apropiadas a otros aprendizajes valiosos.

La segunda pregunta es si el sistema de admisión debe ser más o menos favorable a los intereses de las universidades, de los estudiantes y del Estado. La PSU es hoy un traje a la medida de las universidades del CRUCH, lo que no es de extrañar, dado que son ellas las que la elaboran y controlan. Si se compara, por ejemplo, con una serie de extensas pruebas escritas al estilo del Bachillerato Internacional o el Baccalauréat francés, la PSU es fácil de administrar y rápida de corregir. Para las instituciones es ideal contar con un puntaje que permita elaborar una lista correlativa e inapelable de postulantes, pero esto impide que los estudiantes puedan mostrar que tienen habilidades particulares o experiencia valiosa para la comunidad académica o si son afines al proyecto educativo de la institución. Sin perjuicio de lo anterior, la PSU también tiene ventajas para los estudiantes, dado que permite usar los mismos puntajes para todo el espectro de carreras ofrecidas –desde diseño hasta geología- ampliando así la posibilidad de elección y da espacio para postergar al máximo la decisión de carrera. Un bachillerato que involucre comprometerse en 3° medio con un área del conocimiento (por ejemplo ciencias, ciencias sociales, humanidades o artes) reduciría las alternativas de los estudiantes a la hora de egresar de la educación media. Por su parte, es de interés del Estado promover en el sistema universitario ciertas metas de política, como la movilidad social, la productividad de la población y la inclusión. Dado que dichos propósitos son en gran parte compartidos por la sociedad, no es un actor que se deba dejar fuera.

En Acción Educar hemos propuesto algunas líneas generales para reformar la admisión a la educación superior, que permita avanzar hacia un sistema mixto. Por una parte, se propone crear un instrumento estandarizado que reemplace a la PSU que mida específicamente logros de aprendizaje de la educación media, quizás en manos de la Agencia de Calidad de la Educación, y diferenciado para la modalidad humanístico científico y técnico profesional. Esto permitiría revalorizar el aprendizaje en la educación media en desmedro del entrenamiento de tests. Al mismo tiempo, se debe complementar dicho test con otros instrumentos de selección que permitan igualar las oportunidades de acceso y amplíen la mirada del mérito académico, por ejemplo, instrumentos que midan habilidades no cognitivas. Las universidades, los institutos profesionales y centros de formación técnica, por su parte, deberán necesariamente complementar dicha prueba con instrumentos propios de selección de cualquier tipo –relacionados al mérito académico o no-, en virtud de su proyecto educativo, siempre y cuando no deriven en discriminaciones arbitrarias.

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Escrito por Daniel Rodríguez Morales

Director ejecutivo de Acción Educar.