Columna en El Líbero: Quien siembra vientos cosecha tempestades

Por Raúl Figueroa, director ejecutivo de Acción Educar.

Tras conocerse los resultados de la PSU, liceos emblemáticos como el Instituto Nacional han estado en el centro del debate público ante la baja en los puntajes de sus egresados. Lo anterior se suma a la pérdida durante 2016 del reconocimiento a la excelencia académica, como consecuencia de la continua baja en los resultados de aprendizaje y una fuerte disminución en las postulaciones para las vacantes disponibles. Son antecedentes que preocupan, sobre todo tratándose de establecimientos que tradicionalmente han destacado en un contexto en el que la educación estatal es cada vez menos atractiva para las familias.

Más allá de los evidentes problemas de implementación y el discutible impacto en la calidad de la llamada Ley de Inclusión, no es adecuado atribuirle a ésta la culpa de lo que está ocurriendo en los liceos emblemáticos. Es cierto que impide la selección por razones académicas en los colegios, pero en el caso del Instituto Nacional y otros de similares características, esta prohibición se hará efectiva en 2023. ¿A qué se deben, entonces, los magros resultados?

En primer lugar, quienes establecieron la mediocridad como un propósito no pueden quejarse luego al ver que la excelencia desaparece. Así, no podemos obviar el clima imperante en torno al programa de este Gobierno, que se hizo patente mientras se discutió la Ley de Inclusión, y el efecto que ese debate ha generado en la cultura escolar. Las desafortunadas, pero muy honestas, palabras del entonces ministro del ramo, Nicolás Eyzaguirre, dejaban en evidencia que uno de los focos de la reforma educacional consistía en eliminar aquellos aspectos que hacen posible que algunos alumnos avancen más rápido que otros. El fin de la selección y el término de la posibilidad de que los padres cofinancien con el Estado la educación de sus hijos son precisamente medidas que apuntan en esa dirección. Los resultados que se observan en los liceos emblemáticos son consistentes con la señal pública que las autoridades han dado; los efectos esperados de la reforma educacional ya están ocurriendo, incluso antes de su total implementación. Un caso de éxito lamentable.

Por otra parte, el hecho de que luego de prolongadas tomas y paros los resultados de los establecimientos bajen no hace sino demostrar que el esfuerzo tiene recompensa y que la falta del mismo también se paga. Tanto se dijo que el éxito de los alumnos del Nacional estaba condicionado por razones exógenas, que parece que sus alumnos así lo creyeron y abandonaron su principal tarea, perdiendo en total más de 13 meses de clases. Que los resultados de los alumnos sean sensibles al normal funcionamiento de los establecimientos educacionales es, paradójicamente, una buena noticia para el sistema escolar.

Las marchas y tomas de 2011 tuvieron también sus costos. Ellas fueron utilizadas por la oposición de entonces con evidentes fines políticos y un alto nivel de irresponsabilidad, empujando a los estudiantes a conductas que inevitablemente los afectarían en el futuro. El compromiso de los alumnos con las necesidades del país es encomiable, pero debe encauzarse. Hoy, quienes se sirvieron del ímpetu juvenil debiesen dar la cara y enfrentar las consecuencias de sus actos. Lo triste es que las reformas que surgieron como aparente respuesta a los movimientos estudiantiles resultaron ser contradictorias con el anhelo de mayor calidad que les servían de móvil.

Si algo bueno puede concluirse de todo esto, es que aún estamos a tiempo de corregir. Las reacciones de la ciudadanía ante los resultados de los liceos emblemáticos son una gran muestra de que la cultura del esfuerzo aún prima entre los chilenos y debe ser considerada una guía para lo que enfrentar los desafíos que vienen.

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Escrito por Raúl Figueroa Salas

Fundador y ex director ejecutivo de Acción Educar.