Columna en La Tercera: El tercer acto

Por Daniel Rodríguez, investigador de Acción Educar

Aprovechando que se suele hablar de “actores” del sistema educacional, y entendiendo que casi todos los argumentos razonables ya se han dicho, uno podría aprovechar el espacio para hacer una metáfora entre la tramitación del proyecto de educación superior y una obra de teatro, de cariz algo trágico.

El primer acto se representó fuera del escenario del Congreso. Con especial cuidado en la escenografía, la fanfarria y la épica (casi operática), los principales actores, el gobierno, los estudiantes, los diputados, los rectores de las universidades estatales y del CRUCH, declamaron a viva voz grandes ideales. Dijeron ver en el horizonte el umbral de la puerta que los llevaría a la alegría. Esta era la oportunidad de convertir un sistema erosionado y decadente (con 1.2 millones de estudiantes, dos universidades peleando el primer lugar de América Latina y la mejor y más equitativa cobertura de la región) en el motor del desarrollo y la igualdad. El único actor que tenía en sus manos el guion (también llamado “el programa”) era el gobierno, que con un rictus incómodo respondía afirmativamente a cada cosa que se le ocurriera al respetable y a sus colegas en las tablas. Se filtraron minutas que dejaron en claro que esto iba en serio. Gratuidad universal, financiamiento basal, triestamentalidad y desmantelamiento del sector privado. Los críticos, ya motejados de “profetas del caos” por la dramaturga, advirtieron que esta obra ya la habíamos visto y que el final no era prometedor.

El segundo acto se inició en la Cámara de Diputados. El proyecto, al fin dado a conocer después de mucha espera, hizo fruncir el ceño de los ansiosos actores. “Esto no es lo que acordamos” dijeron tras bambalinas. Los rectores de las universidades estatales se sintieron ignorados y postergados, los de las privadas tradicionales, ninguneados y en desventaja. Los estudiantes miraron atónitos cómo un tema hasta ahora secundario, banal y pedestre -los recursos fiscales- se convirtió en una limitación objetiva para el proyecto refundacional. Quienes fueron invitados a comentar, hicieron ver que los problemas eran mayores: la gratuidad universal es una política regresiva, que no mejora el acceso de los estudiantes más vulnerables, limita la autonomía de las instituciones y afecta la diversidad. La fiscalización planteada es excesiva y discrecional, la acreditación, punitiva y sancionatoria. Se ignora la trayectoria del sistema, sus ventajas y se desdibuja la variedad de instituciones, solo para reemplazarla  por un buque factoría: la gran universidad nacional estatal, de cupos y aranceles regulados, conducida por el poder ejecutivo, modelo obligatorio para un sector privado necesariamente marginal. Todo esto, eso sí, se haría realidad el 2070, para ser responsables. Obviamente las más afectadas, las universidades privadas, ni siquiera fueron invitadas.

Ante el evidente problema, la dramaturga optó por parodiar a un maestro, Moliere, y aplicó “la tramitación a palos”. Luego de una indicación sustitutiva en favor de los celosos rectores del CRUCH, pero parte del elenco fundamental, se le dio viabilidad mínima al proyecto y comenzó una vorágine de votaciones e indicaciones muy difícil de seguir. Ni la Comisión de Hacienda se libró. El acto terminó en la sala de la Cámara, con la aprobación de la reforma y el comienzo del segundo trámite constitucional. Lo más notable de la escena fue que la oposición estuvo a punto de apoyar la gratuidad al 60%, demostrando que el teatro del absurdo es un género que siempre se puede revisitar cuando se cuenta con la experticia.

El lugar del tercer acto es el Senado. Con menos tradición circense que el escenario anterior, es de esperar que la comedia acabe y comience el trabajo serio. Varios actores, dado el poco tiempo de función que queda, ya dieron por terminada su participación. Los rectores de las universidades estatales criticaron el proyecto con una radicalidad que no se había visto en esta administración. Acusaron desequilibrio y politización. Los estudiantes y su bancada, sin acceso al escenario del Senado, dieron por cerrada la discusión. El gobierno dio curso a un soliloquio – habló de día histórico- que pocos parecen estar escuchando. El desenlace está pendiente: ojalá se deje de actuar y se vuelva a escuchar.

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Escrito por Daniel Rodríguez Morales

Director ejecutivo de Acción Educar.