La Tercera: Estado gastaría $ 700 mil millones para gratuidad de alumnos con más recursos

Así lo indica un estudio de Acción Educar, en que también se revela que para estudiantes vulnerables se destinarán $ 390 mil millones.

Por D. Muñoz y M. Miranda

Casi $ 700 mil millones al año es el presupuesto que el Estado tendría que destinar para financiar los estudios superiores de los estudiantes de estrato socioeconómico alto. Esto, en el futuro escenario de gratuidad universal, es decir, cuando se cumpla la recaudación de impuestos necesaria para que el Fisco se haga cargo de pagar el valor de los estudios universitarios, profesionales o técnicos (con arancel regulado) de todos los alumnos del país.

Así lo refleja el análisis que realizó la Fundación Acción Educar, tomando en cuenta cifras de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen) de 2013, y los datos que el Ministerio de Hacienda entregó en el informe financiero del proyecto que busca modificar la educación superior, ingresado a comienzos de este mes.

Según el estudio, la inversión que haría el gobierno de turno en los alumnos de más recursos, y que están cuantificados por sus ingresos en los quintiles más altos (ver infografía), sería casi el doble de lo que se destine a los estudiantes más vulnerables, ya que el primer quintil, que es al que pertenecen jóvenes con ingresos per cápita entre cero y $ 74.972, tendría un presupuesto de $ 388 mil millones anuales, versus los $ 696 mil millones que se destinarían al quinto quintil.

Raúl Figueroa, director de Acción Educar, aseguró que este cálculo “demuestra lo regresivo que es esta política (de gratuidad universal)”.

Figueroa añadió que este escenario responde a que “en el quintil más rico hay más jóvenes que ingresan a la educación superior y, además, lo hacen en carreras universitarias que tienen aranceles (valor total del año de estudio) mayores a las que imparten los institutos técnicos, y que en promedio duran cinco años, mientras que la técnica se extiende en promedio unos dos años”.

El economista de la Fundación Sol, Alexander Páez, asegura que la política que impulsa este gobierno “no es estrictamente una propuesta de gratuidad. Es más bien un subsidio a la demanda de los estudiantes más pobres del país, acompañado de un importante pilar de crédito, que profundiza los mecanismos mercantiles de la educación, aumentando los costos por el endeudamiento bancario que se producen masivamente en los estudiantes”.

Por otro lado, el experto de Acción Educar añade que todo esto decantará en un mayor esfuerzo fiscal: “Hoy el Estado ya gasta en políticas de educación superior para los jóvenes de los primeros siete deciles, a través de las becas y, por lo tanto, completar la gratuidad para esos jóvenes implica un esfuerzo fiscal importante. Pero es menor del que se requiere para los estudiantes del octavo decil hacia arriba, que son los que hoy no reciben ninguna ayuda estatal. Eso es gasto nuevo”.

Acceso y quintiles

Opinión diferente tiene la directora del magíster de políticas públicas de la U. Diego Portales, Claudia Sanhueza, quien aseguró que “si haces la diferencia entre lo que gasta ese quintil (quinto) versus lo que aporta (vía reforma tributaria), estás haciendo que el más rico financie más de lo que va a usar. Por lo tanto, en un escenario de gratuidad universal, es una medida más progresiva que en un escenario sin gratuidad”.

Sanhueza apuntó a otros mecanismos que buscan hacer más justo el sistema de educación superior y equilibrar hacia arriba, como es la forma de selección y posibilitar un mayor acceso a la educación superior a los alumnos más vulnerables, que son los que actualmente tienen asegurada la gratuidad. “Hay estudios que apuntan a que debiera pesar más el historial escolar (ranking de notas) que las pruebas estandarizadas de educación”, explicó la experta.

Alexander Páez hizo hincapié en los quintiles y deciles que se usan para identificar la clasificación socioeconómica del estudiante, ya que Chile “tiene una concentración de los ingresos en la cúspide de la pirámide, donde el 1% más rico acumula el 30,5% de los ingresos anuales, mientras la mitad obtiene ingresos del trabajos menor a $ 305 mil líquidos mensuales”.

El problema, dijo, es que “incluso el decil de más altos ingresos tiene una desigualdad enorme en su interior, pudiendo estar un profesional que gana $ 800 mil” a otro millonario.

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