Decepcionantes fueron los anuncios del presidente Gabriel Boric en su primera Cuenta Pública en materia de educación, entregando claras señales de que serán cuatro años de pobre o nulo avance en el desarrollo del sistema educativo.
En primer lugar, sin realizar ninguna autocrítica por haber aportillado el retorno a clases presenciales durante dos años solo por motivaciones políticas, el presidente insistió en el insuficiente plan “Seamos Comunidad” que, con un presupuesto de $7.500 por estudiante, pretende hacerse cargo de la catástrofe educativa más grande de nuestra época. Un claro ejemplo de querer tapar el sol con un dedo.
Por otro lado, el presidente Boric insistió en la política regresiva de condonación universal de las deudas educativas. Así, se confirma que la gran masa trabajadora del país que solo cuenta con educación media pagará, a través de sus impuestos, las carreras de los que tuvieron el privilegio de asistir a la educación superior. Caso omiso hizo el presidente al impacto de sus promesas sobre el comportamiento de los deudores. Cabe recordar que cerca de 80 mil personas dejaron de pagar el CAE cuando este gobierno ganó la elección, provocando un record histórico de morosidad y empeorando el problema. Adicionalmente, ningún lineamiento entregó el Presidente respecto del instrumento que reemplazará al CAE. ¿Es un nuevo crédito? El gobierno se pone a sí mismo el camino bastante difícil, pues ellos mismos han lapidado la legitimidad de los préstamos como vía de financiamiento de la educación superior. ¿Es gratuidad? Difícil, pues no hay capacidad financiera para cubrir los aranceles de los cerca de 300 mil estudiantes que usan créditos anualmente.
Mientras tanto, la educación inicial, aquella que es la más poderosa para reducir brechas de origen, observa con desolación cómo el país sigue enfocando sus esfuerzos financieros en quienes gritan más fuerte: estudiantes de educación superior y profesores que demandan la “deuda histórica”.
Así, el discurso presidencial solo viene a confirmar la despreocupación de este gobierno respecto a la calidad integral de la educación, esa que realmente permite impactar la trayectoria de los niños del país y cambiar las vidas de aquellos que nacieron sin privilegios. Aquellos padres que sueñan con que el sistema educativo chileno entregue a sus hijos las oportunidades que ellos no tuvieron pueden seguir esperando. Pero tranquilos, aquellos afortunados profesionales que egresaron de la educación no tendrán que pagar sus créditos.