(Leer carta al director en El Mercurio)
El Sistema de Admisión Escolar (SAE) tiene luces y sombras. Dentro de sus características positivas se cuentan la digitalización del proceso y la entrega de información centralizada y de fácil acceso a los padres para una mejor elección.
Sus falencias son varias, pero dos llaman la atención. Primero, el desajuste entre el sistema y los tiempos de las escuelas, que las fuerza a situaciones como las largas filas de padres y apoderados ya documentadas por los medios. Segundo, la exclusión de todo tipo de selección en el proceso, que dificulta que los objetivos y valores de los proyectos educativos sean compartidos por quienes entran a la escuela.
Se pueden sanear estas fallas sin perjudicar la finalidad del sistema. Primero, dando la posibilidad a las escuelas, en enseñanza media, de introducir criterios no arbitrarios de selección, además de los legales, como el rendimiento académico. Segundo, ajustando el proceso a los tiempos propios de un año académico, para evitar que situaciones como repitencias y cambios de domicilio deriven en apoderados alojando a la salida de las escuelas. Tercero, permitiendo a los colegios realizar actividades para conocer, sin que ello influya en la selección, a los postulantes.