“Secuestrar”, dícese de la acción de retener indebidamente a una o más personas para exigir dinero por su rescate, o para otros fines. Así, están los alumnos de la educación pública durante estos días: “retenidos”, sin posibilidad de aprender por el paro indefinido del Colegio de Profesores hasta que el Gobierno ofrezca el rescate llamado “deuda histórica”.
(Leer carta al director en La Segunda)
Las distintas administraciones, y especialmente esta, para impedir un nuevo secuestro, se han enfocado en la entrega de disuasivos: la eliminación de la evaluación docente, en actual trámite legislativo, es una muestra de ello.
Seamos francos, el problema seguirá si no repensamos la inamovilidad que establece el Estatuto Docente. La estabilización de la permanencia en el cargo debe ser un beneficio y no un mecanismo de presión por parte de un gremio cuyas batallas con el país son los anuncios de cada nueva elección presidencial del mal llamado “colegio”. A la deuda histórica, le seguirá la ya anunciada revisión de la jornada escolar completa, y así vendrán otras.
A las decenas de miles de rehenes – a quienes también se les hicieron promesas sobre nuevas oportunidades de desarrollo – se les liberará, si buscamos la forma de que sus aprendizajes no cesen por causa de un grupo que año a año abusa de su posición, porque saben que esos estudiantes no tienen otra opción.
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