(Leer carta al director en La Segunda)
La entrega de resultados del Simce tiene el mérito de lograr que, al menos por algunos días, la opinión pública se concentre en discutir los aprendizajes de los niños. Provoca que agendas como la llamada “deuda histórica” de los profesores y la condonación del CAE palidezcan frente a la prioridad que nos impone esta realidad. Además, ejerce una presión visible sobre el Ministerio de Educación, del cual se espera un plan de acción.
Por eso, resulta muy difícil entender el actuar de la autoridad. Los graves resultados no fueron acompañados de políticas, reasignaciones presupuestarias, medidas administrativas o proyectos de ley. Las recomendaciones del Consejo de Reactivación no han tenido respuesta oficial, con riesgo de quedar en un cajón. Lo más grave es que, después de intentar sin éxito cancelar el Simce que acabamos de conocer, la misma autoridad insiste en su aversión a la medición, y pretende ahora disminuir el número de niveles evaluados de cinco a solo dos para el año 2023.
Ante los cuestionamientos políticos que recaen hoy sobre el ministro de Educación, insistir en que los aprendizajes deben ser la prioridad se hace más necesario que nunca.
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