Por Gabriel Ugarte y Ana María Peñafiel, investigadores de Acción Educar.
En medio de la tramitación del proyecto de ley que busca terminar con el lucro, el copago y la selección en la educación escolar, se ha anunciado la visita de una delegación de autoridades de Gobierno y parlamentarios a Finlandia, cuyo objetivo es conocer en profundidad cómo funciona uno de los sistemas educacionales más prestigiosos del mundo.
El rápido y eficiente progreso que ha experimentado el modelo educacional finés lo ha llevado a posicionarse como uno de los líderes mundiales en desempeño en la prueba PISA (Ocde). Sin embargo, a la hora de mirar este modelo es importante considerar las grandes diferencias económicas y culturales que nos separan, lo que no quita que podamos aprender de él.
Los modelos económicos de ambos países son muy disímiles. Mientras Finlandia cuenta con un sistema principalmente estatal, caracterizado por altas tasas de impuesto y un gran estado de bienestar a cargo de la provisión gratuita de ciertas necesidades y prestaciones básicas como la salud, las pensiones y la educación, entre otros, Chile cuenta con un modelo mixto, donde conviven simultáneamente servicios otorgados por el Estado y por privados. En palabras simples, mientras que en Finlandia el gasto total del Estado en todos los servicios representa prácticamente el 60% del PIB, en Chile este valor alcanza el 23%.
Igual de importante son las diferencias culturales, altamente arraigadas en ambos modelos educativos. Mientras que en Finlandia casi toda la educación es pública y administrada por el Estado, en Chile conviven, en conjunto con la educación municipal, un grupo de actores privados que representan un 60% del total de la matrícula. La educación privada en Chile ha tenido un rol preponderante en ampliar la cobertura y en diversificar la oferta de proyectos educativos, ampliando las opciones de elección de los padres. Esto es un reflejo de la importancia que el país le ha dado a la libertad de enseñanza, la que es financiada con fondos públicos desde hace varias décadas.
Sin embargo, algunas características del sistema educativo finés nos pueden dar pistas acerca de cómo avanzar en calidad y equidad en Chile. Un primer elemento a considerar es el alto prestigio del que gozan los docentes en la sociedad finlandesa. La profesión docente atrae a los mejores egresados de la educación media, donde sólo cerca del 10% de los más de 5.000 postulantes son aceptados cada año en las facultades de educación. La preparación que reciben es exigente y centrada en desarrollar competencias de orden superior. Como consecuencia de estos factores, los profesores reciben altos niveles de autonomía y confianza por parte de las autoridades y los padres. Sus salarios no son los más altos de la Ocde, pero están al nivel del que reciben los otros profesionales en el país.
El caso de Chile es diametralmente opuesto. Los estudiantes de pedagogía provienen del 50% inferior de desempeño en la PSU, e incluso un tercio de ellos ni siquiera rindió esta prueba. Asimismo, cerca de un cuarto de la matrícula de pedagogía estudia en programas no acreditados y los resultados de la prueba Inicia indican que un alto porcentaje de los egresados de pedagogía no cuentan con las habilidades y conocimientos mínimos para ejercer la profesión. A lo anterior se añade que tanto las remuneraciones como la estructura salarial de los docentes no son atractivas para profesionales de alto rendimiento.
Un segundo elemento es la efectiva descentralización que muestra Finlandia en la provisión de su sistema educativo. En este país las escuelas dependen de un departamento de educación municipal que pertenece a uno de los muchos y pequeños municipios que integran esta nación. La descentralización y autonomía entregada a los gobiernos locales se tradujo en escuelas más cercanas geográficamente a la comunidad y en una verdadera responsabilización en el proceso de mejoramiento.
Cuando en Chile estamos discutiendo la desmunicipalización de la educación en vista de un próximo proyecto de ley que el gobierno ha dicho que enviará al respecto, conviene pensar si una política de este tipo resolverá los problemas que hoy enfrenta la educación pública, especialmente teniendo en cuenta que los tamaños de los municipios chilenos no son muy distintos a los de Finlandia. Muchos de los problemas que tienen hoy los municipios se relacionan con una inefectiva descentralización, y no radican necesariamente en la institucionalidad. La difusión de atribuciones entre el alcalde y el gobierno central y políticas como el estatuto docente, son ejemplos de problemas que hoy atentan contra la autonomía para realizar una gestión adecuada en los establecimientos municipales, diluyendo la responsabilidad del alcalde.
Finlandia inició hace más de 40 años una reforma al sistema educacional que le ha permitido estar actualmente en los primeros puestos a nivel internacional. Esta reforma fue el resultado de consensos construidos sobre la base de principios, valores y una visión compartida de largo plazo. Chile necesita avanzar hacia un sistema educacional que entregue educación de calidad a todos los alumnos, sin distinción de ningún tipo. A pesar que la realidad de Finlandia es particular en varios sentidos y el diagnóstico que motivó las reformas es distinto al de Chile, este país nos entrega pistas importantes de cómo avanzar hacia un sistema de mayor calidad y equidad.
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