Escrita por Borja Besa, investigador legislativo de Acción Educar
Rechazado el proyecto de nueva Constitución, seguimos como país enfrentando diversos y preocupantes problemas, los cuales no se detienen a esperar por un nuevo texto fundamental, que por lo demás, no les dará solución. En materia educacional, un complejo panorama asoma en lo relativo al número de docentes con que contamos y el grave déficit proyectado.
A propósito de esto, y en búsqueda de algo de oxígeno ante las bajas matrículas en los programas de pedagogía, la semana pasada el Congreso aprobó y despachó a ley un proyecto proveniente de la administración anterior que modifica los requisitos de ingreso para estas carreras. En simple, se busca aplazar la entrada en vigencia de los requisitos progresivos establecidos en la Ley de Carrera Docente, eliminándose el último -y más exigente- tramo de requisitos.
Dicha ley, promulgada en 2016, vino a complementar lo iniciado por otras normativas, como lo fue la Ley General de Educación, que prohibió a los institutos profesionales impartir estas carreras, dejando para ello exclusivamente a las universidades; y posteriormente la Ley de Educación Superior, que mandató que estas carreras debieran acreditarse obligatoriamente.
El foco de esta normativa estaba puesto en reconocer la importancia de la labor de los profesores y hacer de estas carreras unas más selectivas, de manera de atraer jóvenes talentos a la profesión docente. Sin embargo, se han generado algunos efectos no deseados, como la disminución en la cantidad de estudiantes que pueden ingresar a cursar estos estudios, al tiempo que se ha visto también que jóvenes que no obtuvieron los mejores puntajes en las pruebas de acceso luego sí han tenido un buen desempeño como profesores.
Ahora, más allá del efecto que pueda tener esta nueva ley para ayudar a disminuir un poco el déficit, claro está que no es la solución al problema de fondo, ni pretendía serlo tampoco. ¿Por qué una de las actividades más nobles que puede realizar el ser humano, como es enseñar, ya no concita el interés de los jóvenes?
El problema es multicausal y muchas ideas saltan a la mesa. Atracción, retención, condiciones laborales, sueldos, valoración de la carrera y estatus, entre otros. No hay aún una respuesta obvia, clara o categórica que ilumine la política pública que debemos adoptar para revertir esta situación.
Es aquí donde los actuales maestros pueden jugar un rol fundamental y decidor para el futuro. Y es que en la medida que logren transmitir e irradiar a sus alumnos la pasión, dedicación y alegría que los mueve en enseñar día a día en todos los rincones del país, tendremos un primer gran paso avanzado.
El ejemplo vivo de un buen profesor aparece como una herramienta potente en la salida de esta crisis, y es importante que ellos mismos lo tengan claro y sean conscientes de aquello, como parte de la fórmula y solución para contar con suficientes docentes de calidad.
Es por eso que el país ha visto con tristeza el actuar del Colegio de Profesores, preocupado y operando por su deuda histórica, por su bono de incentivo al retiro, por no rendir la evaluación docente. Paros, por lograr sus objetivos, privando a miles de niños de su derecho a la educación, son ejemplos de lo que no necesitamos. Cuando los veamos en cambio, preocupados por la calidad de la educación, sabremos que vamos por buen camino. Ahora queda confiar en el trabajo silencioso de miles de profesores a lo largo y ancho de Chile. El país los necesita en esta cruzada.