Lo que más nos preocupa es la revinculación de estudiantes” dijo el entonces ministro de Educación en enero de este año. Un mes y medio antes, a fines de noviembre de 2022, el titular de la cartera había dicho que la ley de Presupuesto 2023 era suficiente para enfrentar la deserción. Un año después, los resultados están a la vista: una publicación reciente del Centro de Estudios del Mineduc mostró que la deserción escolar aumentó un 13,3% en el sistema educativo chileno, entre 2022 y 2023.
Esta deserción, de acuerdo con un análisis que realizamos en Acción Educar, se concentra en las regiones más septentrionales del país y en la Metropolitana. Se trata de la tasa de desvinculación más alta observada en los últimos seis años. Sabemos también que el desertor promedio del sistema tiene alrededor de 11 años de edad, es hombre y estudiaba en enseñanza básica de una escuela urbana.
Las medidas de revinculación, que supuestamente estaban consideradas en el presupuesto actual, han sido un fracaso. No sólo se revinculó a menos de un tercio de los estudiantes (30%), sino que, además, dicha tasa es menor al promedio observado en el último lustro. El 70% de los alumnos desvinculados que no volvió al sistema ya perdió 2 años de escolaridad.
El panorama es sombrío sólo al mirar el margen extensivo del sistema, a saber, quienes están o no están en la educación formal. Al extender nuestro análisis a la asistencia escolar (el margen intensivo), se observa que cientos de miles de estudiantes están al borde de la deserción. Sólo en 2023, más de 170 mil alumnos en el país han perdido sobre 3 meses de clases.
Es más, la asistencia promedio está en niveles inferiores a 2022, cuando recién volvíamos a la presencialidad obligatoria y eran esperables los peores indicadores. Las cifras hablan por sí solas: la insuficiencia de los planes ministeriales es patente.
La autoridad educativa parece no querer reconocer que su plan de reactivación no ha dado resultado, al menos, en su área de asistencia y revinculación. En comentarios a distintos medios de prensa, se ha hecho un vergonzoso ademán de relativizar el aumento de la deserción . Sólo queda afirmar, a partir de la cita inicial de esta columna, del empeoramiento en las cifras y de la banalización del tema en su reciente tratamiento, que la reactivación educativa, simple y llanamente, no es una prioridad para el Gobierno.
Los alumnos, por otro lado, siguen esperando: el tiempo pasa y no se detiene.