Por Tania Villarroel, investigadora senior de Acción Educar.
En este momento se está tramitando un proyecto de ley que pretende impedir que los niños entre 3 meses y 6 años de edad tengan la posibilidad de volver a clases presenciales antes del 2021. El artículo primero del proyecto evidencia dos problemas recurrentes en nuestro país: excesivo centralismo y desvalorización de la educación parvularia.
El reclamo por una política pública que atienda las diferentes necesidades particulares de cada localidad tiene larga data. Aun así, seguimos intentado decidir para todo el país desde la capital, o en este caso, desde Valparaíso.
Cabe recordar que las condiciones sanitarias son diferentes en las distintas localidades y son estas condiciones sanitarias, no las nacionales, las que deben tomarse en consideración para el retorno a clases presenciales (Unicef, 2020). Por su parte, ya se ha definido que estas condiciones se cumplen en fase 4 y se han desarrollado protocolos sanitarios para los jardines infantiles. A lo anterior se suma lo señalado por la Unicef, que recomienda que, en distritos sin casos o con pocos casos, todas las escuelas permanezcan abiertas siguiendo protocolos sanitarios. Sugiere que incluso en lugares con brotes limitados temporal o geográficamente, la mayoría de las escuelas permanezcan abiertas, sujetas a cierre en caso de alza de casos (Unicef, 2020). Actualmente, en Chile existen casi 50 comunas que cuentan con las condiciones sanitarias establecidas por el Ministerio de Salud. Por esto es fundamental que la ley entregue la flexibilidad necesaria para que, mientras en Alto Hospicio se encuentran en cuarentena, en Aysén se permita a la comunidad educativa tomar la decisión de volver gradualmente.
Por otro lado, la desvalorización de la educación parvularia se trata de un problema serio, cuya gravedad los expertos no han logrado transmitir a la comunidad. El no asistir a la educación inicial de calidad tiene efectos negativos en los niños y niñas.
Por eso no se entiende que, en la discusión sobre dicho proyecto de ley, se haya sostenido que los niños están mejor actualmente que en el jardín infantil. El tiempo de calidad con la familia es siempre fundamental y debe promoverse con y sin clases presenciales. Pero no por eso se debe desvalorizar la educación parvularia, insinuando que es un trabajo que cualquiera puede hacer en su casa.
El desarrollo de los párvulos en casa se hace aún más complejo considerando que la pandemia ha llevado estrés a los hogares, causado por el miedo a enfermarse, las dificultades económicas, etc. Las consecuencias del estrés pueden ser más graves para los más pequeños, ya que niveles tóxicos de estrés pueden generar cambios permanentes en el desarrollo de habilidades lingüísticas, cognitivas y socioemocionales; en su capacidad de adaptarse a la adversidad en el futuro; y se asocian a tasas más altas de enfermedades crónicas relacionadas al estrés (Shonkoff y Garner, 2011). El establecimiento educacional puede actuar como un factor protector para aquellos niños más vulnerables a niveles tóxicos de estrés, a la vez de ser un lugar en el cual se puede disminuir por unas horas la exposición a los estresores del hogar.
Cada vez más y más especialistas en educación y salud están apoyando la idea de un paso a paso escolar. Los apoderados quieren lo mejor para sus hijos. Por eso, es deber de los expertos decir con más fuerza aún, que lo mejor para el desarrollo de los niños es asistir a un establecimiento educacional de calidad, en aquellos lugares en que existan las condiciones sanitarias y cumpliendo con los protocolos correspondientes. En consecuencia, los apoderados no debieran empujar para aplazar el retorno; debieran presionar para que se implementen los protocolos lo antes posible, para que sus niños no sigan viendo menoscabado su desarrollo. En este contexto, entregar la posibilidad para quienes quieran, voluntariamente, en aquellas zonas donde las condiciones sanitarias lo permitan, regresar a clases, es un imperativo.