Columna en El Dínamo: ¿Quién pagará la cuenta del 2020?

Por Pía Turner, encargada de Proyectos de Acción Educar.

Se podría decir que el cierre por casi todo un año de nuestros colegios ha sido uno de los eventos más disruptivos que han vivido nuestras comunidades escolares en la historia reciente y que, a pesar de que todavía nos falta información, existirán efectos asociados a la pandemia en general y a este evento en particular. Así, a dos meses de comenzar el nuevo año académico, resulta conveniente repasar en parte lo que fue el 2020 y tenerlo en consideración para abordar el 2021.

El 16 de marzo se cerró el sistema escolar completo y rápidamente fueron apareciendo los datos sobre las dificultades que tienen muchos alumnos para aprender a la distancia. A modo de ejemplo, en abril un estudio publicaba que la mitad de 715 estudiantes encuestados tenía tan solo acceso ocasional o nulo a un computador y el 41% declaraba sentir ansiedad o estrés. Ya en mayo, el 53% de 7.187 docentes declaraba sentirse estresado o muy estresado, porcentaje que aumentaría a lo largo del año.

En junio, el ministro de Educación anunciaba que se proyectaba un aumento de un 40% de deserción del sistema escolar. En agosto, un estudio basado en datos de años anteriores, evidenció que dos tercios de los escolares presentaban carencias en cuanto a las condiciones y equipamiento de su vivienda o de apoyo de adultos para poder aprender desde su hogar. En septiembre, nos enteramos que el 10,4% de los alumnos de los 2.307 establecimientos que usaron la herramienta de gestión de contacto del Mineduc tuvo nula interacción con su colegio y el 20% tuvo una interacción considerada como baja durante agosto.

Para terminar el año, en diciembre la encuesta del CIAE mostró que, mientras el 80% de los encuestados de colegios particulares pagados tenían clases virtuales todos los días, tan sólo un 30% de los que asistía a establecimientos gratuitos accedía a ello y un 20% simplemente no tenía acceso a clases online.

Con tan sólo este recuento superficial, es indudable que el 2020 dejará huellas en todas las personas que forman el sistema escolar. Sin embargo, quienes arriesgan tener que pagar la mayor parte de estos costos son nuestros estudiantes, quienes han perdido no solo la oportunidad de contar con la guía de sus docentes y asistentes de la educación para aprender los contenidos planificados, sino que han perdido también los espacios dedicados a la sociabilización e interacción con sus pares, a la formación de vínculos con sus comunidades y habilidades socioemocionales y, muchas veces, al único lugar de refugio, de provisión de salud física y mental o de individualidad con el que cuentan.

Es por lo anterior que, para este año, en un contexto en el que ya entendemos un poco mejor cómo se contagia el virus y contamos con la experiencia de los colegios y jardines infantiles que abrieron durante 2020, debemos realizar todos los esfuerzos posibles para priorizar que las escuelas se mantengan abiertas, tal como lo pidió el Consejo multidisciplinario y transversal en lo político que formó el Mineduc. Esto requerirá diversas medidas, como continuar con la dotación de capacitación y de las herramientas necesarias a docentes, asistentes y directivos para hacerse cargo de los efectos, tanto académicos como socioemocionales, que ha causado la pandemia entre ellos mismos, sus estudiantes y sus familias; seguir flexibilizando el uso de los recursos para que los establecimientos tengan las condiciones para abrir de manera segura; y mantener un sistema de información y participación transparente a nivel central, pero principalmente a nivel de cada comunidad escolar.

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Escrito por Pía Turner Ruiz-Tagle

Encargada de Proyectos.