Preocupa, ante la ya defectuosa forma en que quedó regulada la educación en el texto constitucional, la manera en que esto se vaya a llevar a cabo en la legislación. El capítulo de educación es quizás donde la trampa quedó mejor hecha: a pesar de que se lee libertad de enseñanza y derecho de los padres, una lectura cuidadosa da cuenta de que lo único que quedó fue la cáscara.
“La Constitución Tramposa” se titula el libro escrito por el actual convencional constituyente Fernando Atria, publicado en el año 2013. Uno de los temas desarrollados en el texto trata de entender cuáles son los cerrojos que tiene la Constitución vigente y cómo esta ejerce su supuesto abuso. En la obra señala también la necesidad de una nueva Carta Magna, explicando que el espíritu de la actual y de sus redactores consistía en la neutralización del pueblo en su rol de agente político, transformándolo en un mero espectador que sufre las consecuencias de las decisiones tomadas por la clase política.
Nueve años después, el autor tiene la posibilidad de escribir una nueva constitución, que se aleje de la trampa con la que fue hecha la anterior, mediante un proceso democrático. Pero qué duda cabe acerca de los libros que se escribirán sobre éste. Fácil es imaginar algunas de sus páginas en las cuales la pluma correrá ligera relatando acerca de cómo en este democrático proceso, luego del plebiscito de entrada, se cambiaron las reglas del juego y se agregaron los escaños reservados; o como se inscribieron candidaturas certificadas por notarios fallecidos; o acerca de aquel convencional constituyente que engañó a un país fingiendo padecer una enfermedad que no tenía. Hilando fino se podrá encontrar en los capítulos que, para intentar saltar las reglas, luego de rechazadas iniciativas en el pleno, se intentaron reingresar a la fuerza nuevamente por la única comisión que continuaba abierta para ello, aunque nada tuviera que ver.
Hoy en día continúan las trampas, intentando otra vez agregar en la comisión de normas transitorias propuestas que fueron rechazadas en el pleno. Pero más preocupante aún, se propuso este martes por convencionales de izquierda y centro izquierda, un quorum de 2/3 hasta el 2026 para poder hacer modificaciones a la Constitución (propuesta que se vota este viernes, y de alcanzar los 3/5 pasa al pleno). Lo anterior no hace sino bloquear al actual Congreso para que pueda efectuar modificaciones al texto.
En este punto, seguro recordará el autor del futuro libro, lo molestos que estaban los redactores con el quorum de 2/3 con que debía funcionar la Convención. Tan molestos y convencidos de que no era lo mejor, que deciden imponer el mismo.
Parecen no entender que, como señaló el presidente del Senado, las constituciones “son perfectibles y por tanto se debe permitir, cuando existan mayorías sólidas y significativas, que se puedan ir modificando con el paso del tiempo, porque eso es lo que permite que sigan vigentes”. Tal cual pasó con la Constitución actual, cuya última gran reforma fue firmada por el presidente Lagos en democracia.
Y en este capítulo de “vueltas de carnero”, se deberá hacer mención a la idea de legislar mediante decretos con fuerza de ley para implementar la eventual nueva Constitución. Una atribución suprema al Presidente de la República y la anulación de un proceso legislativo democrático, algo ya ocurrido en nuestro país y que juramos no repetir. Al parecer no repudiaban la herramienta, sino solo el sentido en que se utilizó. Pero ahora es su turno. Y, ¿qué pasa con la ciudadanía y la democracia? Meros espectadores que sufren las consecuencias de las decisiones tomadas por la clase política, como bien señala Atria.
En este sentido, preocupa de sobremanera, ante la ya defectuosa forma en que quedó regulada la educación en el texto constitucional, la manera en que esto se vaya a llevar a cabo en la legislación.
El capítulo de educación es quizás donde la trampa quedó mejor hecha: a pesar de que se lee libertad de enseñanza y derecho de los padres, una lectura cuidadosa da cuenta de que lo único que quedó fue la cáscara.
Pareciera ser que, acorde a su punto de vista, han alterado el orden de los factores, pasando de su criticada Constitución tramposa, a una tramposa Constitución. Y como reza la regla matemática: el orden de los factores no altera el producto.