Por: Tania Villarroel, investigadora senior de Acción Educar.
Hace ya un tiempo que sabemos que “la calidad de un sistema educativo tiene como techo la calidad de sus profesores” (McKinsey, 2008). Una de las estrategias que se han puesto en marcha para influir en la calidad del cuerpo docente ha sido atraer a los mejores candidatos a las carreras de pedagogía. Sin embargo, para lograr lo anterior, es urgente mejorar la valoración social de la profesión docente, en particular, la autovaloración.
Chile es uno de los países en que los profesores valoran su carrera en menor medida que el público general (Varkey Foundation, 2018). Consistente con lo anterior, los estudiantes observan descontento de parte de sus docentes. Esto lleva a pensar que el principal problema de valoración de la profesión docente de nuestro país está relacionado con la satisfacción de los profesores con su profesión. Considerando el rol que pueden jugar los educadores en incentivar que sus estudiantes quieran ser profesores, esto es importante.
Un aspecto relevante que influye en la percepción sobre una profesión tiene relación con la remuneración, a pesar del desconocimiento que existe sobre los montos. De hecho, menos del 10% de los estudiantes sabe antes de postular cuál es el salario de un recién egresado de la carrera que quiere estudiar (Santelices et al., 2020).
En este aspecto, ha habido importantes avances. La Ley de Desarrollo Profesional Docente del 2016 aumentó los salarios en un 30%. En efecto, los profesores recién egresados que ingresan a la Carrera Docente (actualmente todos los que trabajan en establecimientos municipales, y, paulatinamente, quienes trabajan en establecimientos particulares subvencionados), pueden ganar $960.000 brutos por jornada completa y llegar a casi $3.000.000 brutos en su carrera en aula.
Sin embargo, hay un aspecto que ha pasado desapercibido y no tiene que ver con las remuneraciones. Los docentes reportan altos niveles de estrés y largas horas de trabajo, lo que afecta su calidad de vida. Además, muchas veces las escuelas no logran generar un buen ambiente laboral en que se propicie el aprendizaje continuo de los profesores, en que se den espacios para buscar soluciones creativas, se generen instancias para que los docentes compartan las distintas técnicas que han tenido resultado, se incentive la investigación, etc.
El ambiente laboral es fundamental para mejorar la autovaloración docente y para atraer a los mejores candidatos a la profesión. En efecto, las nuevas generaciones buscan hacer lo que les apasiona, generar cambios y desarrollarse personal y profesionalmente. Por lo mismo, buscan trabajar en un espacio que les permita innovar y mantener un equilibrio con su vida personal. Asimismo, creen que para tener éxito deben ser capaces de aprender constantemente y trabajar en equipo (Elige Educar, 2019).
Por lo tanto, si queremos mejorar la calidad de nuestra educación atrayendo a los mejores candidatos a carreras de pedagogía, el objetivo debe ser convertir las escuelas en un lugar de trabajo ideal, con trabajo colaborativo, oportunidades de seguir aprendiendo, espacio para innovar, tiempo para su vida personal, etc. Y no hay mejor momento para comenzar que ahora. El cierre de las escuelas ha provocado un daño sin precedentes. Sin embargo, lo relevante es poder aprovechar las oportunidades que se generan.
En este caso, la pandemia ha puesto a prueba a los profesores, quienes se han visto obligados por las circunstancias adversas a buscar nuevas formas de llegar a sus estudiantes. Al mismo tiempo, ha obligado a detenerse y pensar cómo queremos que sea la escuela post-pandemia. Esperemos que esto se traduzca en escuelas que propicien un ambiente laboral desafiante y estimulante, de manera de lograr una revalorización de la profesión docente a ojos de los mismos profesores y de los futuros postulantes.
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