Columna en El Divisadero: Qué son las clases híbridas

Por Pablo Arias, investigador de Acción Educar.

Uno de los desafíos que ha impuesto la educación en pandemia -especialmente a los docentes- es cómo desarrollar las clases híbridas para lograr una enseñanza exitosa. 

Frente a esto, cabe recalcar que no existe una única forma de entender y desarrollar metodologías en este tipo de modalidad, dado que conviven una serie de expresiones como aprendizaje mixto, mejoramiento web (web-enhanced), clase invertida (flipped class), enseñanza dual, entre otras; las que van combinando distintos niveles de magnitud e intensidad de encuentros presenciales con espacios de aprendizaje virtual. 

Por ejemplo, Horn & Peterson (2016) indican que la combinación ideal es establecer un 30% de la clase dedicado al aprendizaje autónomo o a distancia y mantener el resto para interacciones cara a cara.

Sin embargo, las clases híbridas tienen que sortear una serie de dificultades relacionadas tanto con las capacidades técnicas (equipamiento tecnológico, acceso a Internet, calidad de video y sonido), como personales de los profesores (falta de habilidades digitales) y estudiantes (edad, nivel de autonomía, capacidad de concentración, etc.)

Para sortear estas barreras y promover la motivación y atención de los alumnos, estudios plantean la importancia de generar redes de colaboración entre docentes para compartir experiencias y formas de evaluación. Para el caso de los alumnos, diseñar las clases o materias para que puedan reflexionar, participar o trabajar en equipos. Para ello, el uso de metodologías novedosas es relevante (Spencer, 2020).

Por ejemplo, la metodología de flipped classroom,que consiste en transmitir el conocimiento mediante material audiovisual, para luego, en las instancias presenciales, realizar actividades grupales centradas en la aplicación de la materia o mediante la resolución de un problema específico, ha mostrado tener buenos resultados aumentando la satisfacción de los estudiantes y su rendimiento en matemáticas (Shnai, 2017).

Con todo, lo clave es maximizar los beneficios de los entornos tanto presenciales como virtuales. Para ello es necesario contar con un diseño de clases que sea capaz de combinar diferentes abordajes de enseñanza para que se ajusten a los diversos estilos y ritmos de aprendizajes de los estudiantes.

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