Por Magdalena Vergara, directora ejecutiva de Acción Educar.
Al Colegio de Profesores no le faltan excusas para evitar un regreso a clases presenciales. Conforme a sus declaraciones pareciera ser que el 2020 fue un simple paréntesis. No hubo aprendizajes luego de la experiencia de las escuelas de un año en pandemia, tampoco consecuencias en los estudiantes, menos contamos hoy con mayor información respecto del virus. Todo sigue igual, así también su negativa al regreso a clases presenciales.
Sin embargo, esta postura es equivocada. Si en marzo del año pasado la decisión de cierre de escuelas parecía la correcta con la poca información e incertidumbre que generaba el virus, hoy ya no es así. Contamos con mayor y mejor conocimiento, así como también experiencia, que permite ponderar de mejor manera el beneficio del cierre de las escuelas para impedir la transmisión del Covid-19 versus el perjuicio que a su vez conlleva en la vida de los niños.
La balanza en esto se inclina por abrirlas. La evidencia internacional a través de estudios realizados en USA, Israel, Australia y otros países, da cuenta que los colegios pueden ser espacios seguros, puesto que su cierre o apertura no han sido significativos en la transmisión del virus ni en niños ni en adultos. Los menores tienen menor riesgo de contagio, e incluso investigaciones dan cuenta que los profesores no están expuestos a mayor riesgo que otros profesionales que trabajan también de forma presencial. A su vez, el cierre de estos establecimientos sí genera un daño inmenso en la vida de los niños, desde la pérdida de aprendizajes, lo que se correlaciona con condiciones de salud física y mental, esperanza de vida, así también en la socialización y el aumento de brechas y por tanto de oportunidades futuras.
Así, por muchos esfuerzos que se han hecho, la educación remota no logra sustituir la experiencia de la educación presencial, en especial cuando se trata de estudiantes más vulnerables que cuentan con menos apoyo y condiciones para poder seguirla. No, quienes abogamos por la apertura de escuelas no estamos poniendo el currículum por sobre la vida de los niños y demás miembros de la comunidad escolar, como ha argumentado el Colegio de Profesores en diversas ocasiones.
Por último, no es posible seguir reduciendo el debate a cuándo se debe volver a clases presenciales como si fuese una decisión de blanco o negro. El primero de marzo comienza el año escolar, habrá escuelas que podrán hacerlo de manera presencial con el 100% de sus alumnos, otras solo parcialmente. Algunas lo harán de forma híbrida, otras quizás no puedan hacerlo y mantendrán una educación remota. Lo que sí es claro es que no le corresponde al gremio decidir por todas las escuelas de Chile ni tampoco tomar el megáfono y llamar a no regresar presencialmente. Esta errada postura niega las graves consecuencias en los niños y jóvenes y queda ajena a las diferentes realidades de nuestro país.
Las comunidades han llevado adelante protocolos, procesos de diálogo y han tomado decisiones, las que se deben seguir fortaleciéndolas y apoyándolas para que puedan priorizar el regreso presencial, el que sin duda será complejo. Por lo mismo, lo que se espera del gremio es su disposición a colaborar para que el retorno sea posible en las mejores condiciones y lo más preparados posible, atendiendo las experiencias -no desconociéndolas- del año 2020 tanto de quienes regresaron presencialmente como aquellos que no.