Por Raúl Figueroa, director ejecutivo de Acción Educar.
En el largo debate originado por las reformas al sistema escolar de los últimos años han estado más bien ausentes, paradojalmente, las reflexiones respecto del núcleo donde ocurren los aprendizajes y los responsables de optimizarlos, es decir, las escuelas y sus directivos.
En la literatura internacional se presenta un amplio consenso respecto al rol del liderazgo escolar y su impacto significativo sobre la calidad de las escuelas y el aprendizaje de los niños, existiendo estudios que lo posicionan incluso como el segundo factor más importante en el logro de los estudiantes, después de los profesores en el aula. Lo anterior es coherente con la tendencia internacional que apunta hacia modelos escolares descentralizados, otorgando un importante nivel de autonomía a las escuelas y sus directores.
Sin embargo, la evidencia apunta hacia un tipo especial de liderazgo como un pilar más relevante que cualquier otro, el liderazgo pedagógico, definido por la OCDE como “aquellas prácticas diseñadas para apoyar y mejorar la labor de los docentes, centrándose en planear, coordinar y evaluar el proceso de enseñanza y aprendizaje”. La Encuesta Internacional de Enseñanza y Aprendizaje (TALIS), realizada en 2013, entrega algunos datos interesantes respecto al cuerpo directivo de las escuelas chilenas y su estilo de liderazgo, que muestran que si bien hay cierta tendencia hacia realizar actividades de liderazgo pedagógico, gran parte del tiempo de los directores se dedica a la administración y a la burocracia propia del sistema.
Esto se condice con un problema generalizado que afecta a las escuelas municipales y que la ley de desmunicipalización no pudo abordar, que es la existencia de responsabilidades difusas y un traslape entre las funciones meramente administrativas y aquellas que son del propias del liderazgo pedagógico.
El norte de toda política pública educacional debe ser mejorar la calidad de los aprendizajes que se entrega a los niños del país, y es por esto que es de suma importancia devolver el foco a lo que ocurre dentro de la sala de clases.
La implementación de las reformas al sistema escolar representa una oportunidad para empoderar a los establecimientos y otorgar así a sus directivos el impulso para centrarse en actividades orientadas al mejoramiento pedagógico acorde a su situación local particular. La relevancia de esto radica en algo esencial que quienes diseñan nuevas políticas educacionales no deben obviar: nadie conoce mejor la realidad y las necesidades de una escuela que su propio director.