En educación parece delicado establecer el pasado como referente, sobre todo cuando los sistemas educativos no han dejado de volverse más masivos, inclusivos, de mayor calidad y con mayor inversión.
Se ha hecho común el uso retórico de «recuperar» y sus sinónimos como un objetivo político. En el ámbito de la educación, es usual oír sobre «recuperar la educación pública» o «recuperar el rol de las universidades del Estado».
¿Recuperarla de quién? ¿En qué periodo de nuestra historia estas cosas existieron en la forma en la que hoy se idealizan?, y, ¿cómo eran realmente en esa época? En educación, parece delicado establecer el pasado como referente, sobre todo cuando en el caso de Chile, como en la mayor parte del mundo, los sistemas educativos no han dejado de volverse más masivos, inclusivos, de mayor calidad, con mayor inversión, si bien aún no cumplen las expectativas que la sociedad pone sobre ellos.
Esto nos lo recuerda un reciente documento de la Universidad Bernardo O´Higgins, que recopila de manera bastante efectiva la evidencia disponible sobre educación superior y movilidad social. Tomando datos de la OECD, la encuesta Casen, y datos públicos del Mineduc, los autores recopilan cifras inapelables sobre el aumento de cobertura del sistema de educación superior. Por ejemplo, para el decil más vulnerable (10% de la población de menores ingresos), la cobertura de educación superior ha aumentado de 12% a 35%, dejando atrás un sistema exclusivo y excluyente, y posicionando al país entre los de mejores indicadores de América Latina y competitivo dentro de la OECD.
Usando el mejor proxy disponible (aunque esto es discutible) los autores también encuentran evidencia de movilidad social de los estudiantes de educación superior con beneficios estudiantiles. Nuevamente vemos una señal notable de progreso: mientras en 2009 los estudiantes con beneficios estudiantiles eran de 380 mil, hoy alcanzan la impresionante cifra de 835 mil. Los autores concluyen que la contribución de los beneficios estudiantiles es haber cambiado el panorama social de la educación superior.
Los resultados de este estudio son inseparables del progreso y crecimiento de la educación superior privada. Y no me refiero a las tradicionales instituciones del Cruch (como la UC y la Universidad de Concepción) sino a las universidades e institutos profesionales que se abocaron a educar de forma menos selectiva, con vocación masiva, y que dieron espacio al ingreso de estudiantes que eran los primeros en sus familias en acceder a la educación superior.
No fue gracias a las universidades centenarias de la Alameda que vimos progreso en el acceso a la educación superior, sino a instituciones nuevas que, en lugar de priorizar por la selección académica, optaron por la masividad.
Hoy la inclusión es materia transversal y es parte de los esfuerzos de la Subsecretaría de Educación Superior a través de la PAES y el PACE, pero recordemos que el Cruch se opuso, por diez años, a modificar la PSU.
En tiempos en que los «30 años» parecen recuperar cierto brillo, bien vale mirar los números- como lo hace el informe de la UBO- y en lugar de insistir en la retórica del «recuperar», pensemos en mejorar.