Columna en El Líbero: Liceos Bicentenario; audacia y cautela

Por Daniel Rodríguez, director ejecutivo de Acción Educar.

El Presidente de la República anunció hace unos días que, en el marco de una especial preocupación por la educación media técnico-profesional, se crearían 35 nuevos liceos Bicentenario con un foco específico en esta modalidad. Esto es una buena noticia, pues esta alternativa, preferida por cerca del 40% de los estudiantes de educación media, tiene desafíos aún mayores que la educación media humanístico-científica.

Los liceos Bicentenario fueron una fórmula exitosa del primer gobierno del Mandatario, que lamentablemente no llamaron la atención de la administración anterior. Efectivamente, los puntajes Simce de estos liceos fueron significativamente superiores al promedio, llegando a alcanzar resultados similares que establecimientos particulares. Según datos de la Agencia de Calidad, también mostraron indicadores destacados en convivencia escolar, autoestima y motivación académica. Pero para dichas autoridades estos liceos tenían una falla de origen, pues recurrían a la selección para captar estudiantes, y esto presuntamente explicaba sus resultados.

Lo anterior es discutible: si bien esta selección no implicó listas de espera y las barreras de entrada que se establecieron no fueron especialmente exigentes, no puede descartarse el efecto de la autoselección. Padres más informados, motivados y comprometidos con la educación de sus hijos podrían tener mayor probabilidad de elegir estos establecimientos expresamente enfocados en la excelencia académica. Un estudio reciente entregó evidencia de que la selección de estudiantes no parecía estar relacionada con los significativos aumentos en los logros de aprendizaje de los estudiantes que asistían a los liceos Bicentenario. Pero más investigación es necesaria.

Aumentar el número de este tipo de establecimientos es una apuesta que tiene una cuota de riesgo. La fórmula anterior ha demostrado ser efectiva, pero replicarla y escalarla es otra cosa. El diseño original de los liceos incluía un apoyo curricular, una elección muy cuidadosa de los directivos y un seguimiento centralizado del Mineduc. Aumentarlos en un 50% pondrá a prueba la capacidad de los equipos para mantener el ritmo y los resultados. Por otra parte, la educación técnico-profesional tiene enfoques y características distintas a la humanístico-científica. Las variables clave: titulación, empleabilidad y acceso a la educación superior responden a “palancas” diferentes que requerirán atención de los equipos ministeriales. Finalmente, queda pendiente la respuesta a la pregunta clásica de las intervenciones educacionales. Cuando el Mineduc deje esos colegios, ¿serán capaces de sostener en el tiempo estos extraordinarios resultados? La experiencia chilena muestra que los efectos positivos de planes de intervención centralizada y focalizada tienen a disminuir en el tiempo, hasta llegar casi a cero, cuando la institución que interviene se aleja del establecimiento. Si bien los liceos Bicentenario han mostrado resiliencia, este es un desafío permanente de instalación de capacidades.

Así, el Ministerio de Educación muestra una encomiable audacia al ampliar este programa hacia terrenos desconocidos y especialmente pedregosos, decidiéndose finalmente a entrar al aula después de años de “comprar fierros”. Para que los nuevos liceos mantengan los excepcionales resultados de sus antecesores, la autoridad debe tener cautela y avanzar con cuidado, pues la educación es un fenómeno por esencia contextual, y el contexto de 2011 y 2017 no es el mismo. Por último, estos establecimientos tampoco pueden funcionar en el vacío: es fundamental que la preocupación del gobierno por la calidad y por educación pública no se agote en el programa de los liceos Bicentenario.

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Escrito por Daniel Rodríguez Morales

Director ejecutivo de Acción Educar.