Por Daniel Rodríguez, director ejecutivo de Acción Educar.
El Ministerio de Educación dio a conocer el listado de establecimientos de educación media que, a través de un convenio, obtendrán el sello bicentenario y podrán acceder a recursos para la ejecución de proyectos orientados a la calidad. La principal novedad es que se trata exclusivamente de liceos técnico profesionales. ¿Por qué es interesante este programa?
Primero, porque recoge la experiencia de los liceos bicentenario de excelencia creados en el primer gobierno del Presidente Piñera, pero va más allá. Si bien el déficit en logros de aprendizaje de nuestra educación media es generalizado, hay un cierto consenso de que en el nivel técnico la situación es comparativamente peor. Por esto, es positivo que, en lugar de convertir una fórmula exitosa en una “zona de confort” (es decir, reproducir más establecimientos de las mismas características anteriores), el Mineduc haya emprendido el desafío de poner a prueba el sello en una modalidad educativa históricamente dejada de lado.
Segundo, porque la iniciativa busca apoyar a los liceos que propongan los mejores proyectos, no elegir arbitrariamente a un grupo de establecimientos y decirles qué hacer. Esto es central, pues nuestro sistema se basa en la confianza del Estado en quienes proveen educación y en su autonomía para llevar a cabo de la mejor manera posible sus proyectos educativos. Los recursos dirigidos a estos liceos bicentenario de excelencia van a financiar planes específicos de mejora educativa o de infraestructura que aporten a la consecución de éstos, que los propios establecimientos diseñan. En ese sentido, no imponen “desde arriba” una visión única de calidad, sino que concentran los esfuerzos del Estado a disposición de quienes hayan hecho la mejor propuesta.
Finalmente, y sin perjuicio de lo anterior, el ministerio también se encarga de intencionar ciertas prácticas que son necesarias en el mundo técnico profesional. La convocatoria favorece tanto la conexión y articulación de la educación media técnico profesional con la educación superior, como la alternancia entre los estudios y el mundo laboral. Esto apunta a un objetivo común: la construcción de redes y vínculos entre el establecimiento y el futuro de sus estudiantes, sea este el empleo o seguir estudiando. Lo relevante es que, más allá del proyecto específico y los recursos públicos que se asignen, estas redes pueden perdurar en el tiempo. Si los empleadores o las instituciones de educación superior logran visualizar el beneficio de establecer esta vinculación con la educación media técnico profesional, es altamente probable que dicha relación se mantenga en el tiempo y se amplíe, aun cuando el apoyo estatal no continúe. El valor de fondo de toda intervención es que sus beneficios permanezcan o aumenten cuando esta termine.
De esto último deriva el desafío de todos los liceos bicentenario de excelencia. Una investigación reciente entregó evidencia bastante robusta de que los significativos aumentos de los resultados Simce de los establecimientos originales se mantuvieron en el tiempo, a pesar de que la administración de la Presidenta Bachelet dejó de entregarles recursos y cuestionó públicamente su éxito y legitimidad. En otras palabras, en esos casos se logró que institucionalizaran el apoyo, haciéndolo propio y proyectándolo de forma independiente del gobierno. Al igual que las rueditas de apoyo de las bicicletas de los niños, su éxito se prueba cuando son capaces de andar sin ellas, en la dirección y velocidad que prefieran, sin tutela de nadie. Así, el logro definitivo de la fórmula bicentenario es que la excelencia que logran generar perdure sin importar si el gobierno empuja la bicicleta desde atrás.