Por Raúl Figueroa Salas, director ejecutivo de Acción Educar.
La nueva ministra de Educación asume en medio de un paro docente que ha perjudicado a más de 500 mil estudiantes de establecimientos municipales, quienes se han visto impedidos de asistir a sus colegios por más de 30 días. Es razonable y correcto que ante este escenario la nueva autoridad se haya fijado como principal prioridad lograr que los niños vuelvan a clase, en el entendido de que para ello no se tomen decisiones que puedan generar en el mediano y largo plazo efectos negativos. Un ejemplo de ello sería promover un proyecto de ley deficiente y que no cumpla con el objetivo de valorizar la profesión docente y de reconocer el buen desempeño, todo en el marco de la necesaria autonomía que los colegios requieren para su mejor desarrollo y gestión.
Sin embargo, la relevancia de este tema no puede hacer olvidar que el Ejecutivo se ha embarcado en reformas mucho más amplias y que no sólo atañen al mundo escolar, sino también al superior. En esta última área la nueva ministra no puede desentenderse de la urgente revisión que el Ministerio de Educación debe realizar de la reforma en el financiamiento estudiantil (gratuidad), la cual, según ha dicho el gobierno, comenzará su implementación en el corto plazo, a través de la ley de presupuestos que debe presentarse dentro de los próximos tres meses.
La idea de instaurar un modelo de gratuidad universal en educación superior, así como la transición hacia ella que se anunció el 21 de mayo pasado, ha generado fuertes críticas, gran incertidumbre y amplio consenso en que perseverar en implementar una política improvisada y mal diseñada generará más efectos negativos que positivos en el sistema.
Hasta ahora, lo que está promoviendo el gobierno implica, entre otras cosas, lo siguiente:
Todo lo anterior, en el marco de una política regresiva que implica destinar inadecuadamente mayores recursos fiscales a las familias más ricas en vez de focalizar el gasto en quienes efectivamente necesitan del apoyo, lo que resulta incomprensible considerando la evidente restricción presupuestaria que enfrenta el gobierno para implementar sus reformas.
En este contexto, tenemos la esperanza de que la ministra recoja la oportunidad de revisar esta reforma, impulsando medidas que sean coherentes con la diversidad, autonomía y libertad que caracteriza nuestro sistema educacional y se concentre en evaluar, discutir y diseñar los mejores instrumentos para alcanzar el objetivo de facilitar el acceso de los jóvenes vulnerables a la educación superior, reconociéndoles el derecho a elegir entre una amplia gama de proyectos, sin frenar el desarrollo de las instituciones.