Por Magdalena Vergara, directora ejecutiva de Acción Educar.
A pocos meses de la realización de la PSU, no resulta difícil pronosticar cuáles serán los comentarios una vez que se conozcan sus resultados. Una prueba con sesgos socioeconómicos, que no logra predecir el éxito académico, que tiene un fuerte contenido curricular, que discrimina al sector técnico profesional, etc. No se trata de ser pájaro de mal agüero; sin embargo, son todos problemas que venimos escuchando año tras año y que lamentablemente no han tenido solución.
Las razones de lo anterior son varias. Por una parte, existen ciertas deficiencias en el instrumento mismo de selección, pero principalmente tiene que ver con cómo se toman las decisiones del sistema y la falta de iniciativa para impulsar mejoras y generar los cambios que se requerían. En ese sentido, el Sistema Único de Admisión (SUA) ha sido deficitario, pues las decisiones a puerta cerrada por parte del organismo a cargo -el Consejo de Rectores (Cruch) – y la falta de representatividad de las instituciones que lo integraban, no permitieron que se perfeccionara ni se abriera la discusión.
La Ley de Educación Superior se hace en parte cargo de ello estableciendo un nuevo sistema de acceso administrado por la recientemente creada subsecretaría y dos Comités de Acceso -uno universitario y otro técnico profesional-. No obstante, aparte de definir que se deben incorporar las particularidades de cada modalidad y la creación de una plataforma única, la normativa no dice mucho más. Además, el comité universitario mantiene la preponderancia del Cruch, pues cuentan con cinco miembros versus dos de las instituciones privadas fuera del consejo.
En definitiva, el piso con que nos deja la ley no es muy distinto a lo que ya existe y si bien para el año 2020 comienza a regir el nuevo sistema, las probabilidades de que todo siga igual son altas. Esto especialmente cuando se ve que los ánimos no están muy dispuestos a los cambios. Es más, a la hora de hablar del nuevo sistema, sólo se ha hablado de la PSU, la que es sólo un factor más dentro de la totalidad de éste.
Es necesario hacerse cargo de las críticas tanto de la manera de actuar del Consejo de Rectores, promoviendo una discusión abierta y transparente; como también evaluando el funcionamiento del SUA hasta la fecha para poder generar un avance. En ello el panorama comparado puede ser de gran utilidad. Desde Acción Educar realizamos un estudio que permite ver que Chile cuenta con un sistema de acceso altamente centralizado y rígido, a diferencia de otros países como Estados Unidos, o Japón; donde aunque pueden existir sistemas con plataformas de postulación, las instituciones guardan la posibilidad de poder ponderar y definir sus propios instrumentos. Un cambio en esa línea permitiría abrir la posibilidad de que nuevas instituciones se hagan parte del sistema, además de que los estudiantes no sean principalmente seleccionados en función de una única prueba como es la PSU, con las altas consecuencias que ello trae. Esto podría permitir, por ejemplo, que los alumnos provenientes de colegios técnicos tengan mayores posibilidades para el ingreso a universidades.
Reflexiones de este tipo son necesarias. Corresponde que nuestro sistema de acceso se haga parte de los cambios que vive la educación superior y el dinamismo de la misma. Por supuesto, estos procesos deben hacerse con la seriedad que merecen y la gradualidad necesaria, para que tanto los estudiantes como las instituciones se adapten a ellos. Sin embargo, eso no puede significar mantener la falta de iniciativa por parte de los comités. En ello el rol del nuevo subsecretario tanto en su tarea de velar por el desarrollo de la educación superior como miembro de cada uno de los comités deberá ser quien impulse y de cabida a las modificaciones, poniendo sobre la mesa la esta discusión pendiente.