Columna en El Mercurio: Los posgrados en Chile y sus desafíos

Por Raúl Figueroa, director ejecutivo de Acción Educar.

El sistema de educación superior chileno ha alcanzado importantes niveles de desarrollo que se manifiestan, entre otros aspectos, en la diversidad de proyectos existentes, la amplia cobertura que ofrece y la influencia, cada vez más notoria, que las instituciones que lo componen ejercen en distintos ámbitos. Su contribución al progreso del país es innegable, como también lo es el hecho que constituye un verdadero motor de movilidad social que permite a miles de jóvenes acceder a nuevas y mejores oportunidades. Aunque algunas universidades chilenas (las menos) han tenido dificultades para afianzarse, el grueso de ellas tienen sólidas estructuras que les permiten proyectarse positivamente hacia el futuro.

La disponibilidad de programas de postgrado constituye uno de los aspectos fundamentales del proceso de consolidación de nuestro sistema educacional. Si bien los proyectos universitarios se distinguen por el énfasis que cada institución le imprime, los desafíos que deben enfrentar las lleva a no limitarse exclusivamente a la formación profesional de pregrado e incorporar tanto la investigación como la oferta de programas dirigidos a quienes ya cuentan con un grado académico, pero requieren de mayor especialización o perfeccionamiento en sus respectivas disciplinas.

Un sector en crecimiento

En ese contexto, es interesante constatar cómo la matrícula de postgrado ha tenido un aumento sostenido en los últimos 25 años, pasando de 2.143 matriculados en 1991 a 47.584 en el 2016, solo por concepto de magíster y doctorado; cifra que se eleva a 68.698 si se consideran todos los postítulos (diplomados, cursos, especialidades). Este crecimiento da cuenta de la madurez alcanzada por las instituciones más antiguas y también de la incorporación exitosa de nuevos proyectos universitarios cuya participación en la oferta de magíster es mayoritaria y, en los doctorados, cada vez más fuerte. De hecho, según cifras del 2016, de los 42.039 estudiantes de magíster, el 51% de la matrícula corresponde a universidades que no pertenecen al Consejo de Rectores. Al analizar los doctorados, si bien solo 11 % de los 5.545 matriculados está en instituciones que no pertenecen al CRUCh, el crecimiento en ese sector ha sido particularmente fuerte considerando que recién en 1998 se dictaron los primeros doctorados en instituciones privadas.

El crecimiento del área de postgrado impactó positivamente tanto en el estudiante como en el país. Según datos de la OCDE los ingresos promedio de un egresado de la educación superior chilena son 2,4 veces más que el joven que sólo terminó 4to medio; el premio salarial aumenta a 4,4 veces en el caso de los egresados de magíster o doctorado. Asimismo, contar con capital humano avanzado impulsa la productividad, la innovación y el desarrollo económico, potenciando el impacto de estos programas.

La matrícula de postgrado y postítulos representa un 10% de la matrícula total universitaria. Aunque hay espacio para seguir creciendo, los desafíos que enfrenta el sistema en esta área dicen relación principalmente con la calidad de los programas y la capacidad de adecuarlos a las necesidades de los estudiantes, considerando que en este ámbito las instituciones compiten no solo a nivel local, sino que con otras de tanto o más prestigio a nivel internacional que combinan la excelencia académica con la experiencia que entrega la estadía en el extranjero. En ese contexto, son ventajas competitivas de los magíster nacionales la posibilidad de combinar adecuadamente la alta exigencia en los estudios con la continuidad laboral, así como una mejor comprensión de las necesidades de los mercados locales y, por esa vía, una mayor pertinencia de los programas a ofrecer.

En el caso del doctorado, aunque constituye una opción menos masiva que el magíster tiene como característica el hecho que permite a las universidades plasmar de mejor forma su identidad, ya que combina la enseñanza con el desarrollo de líneas de investigación propias de cada proyecto universitario.

Ante el actual escenario, las universidades deben interiorizar que para captar a los estudiantes que quieren seguir perfeccionándose no sólo tienen que destacarse para lograr ser la institución más competitiva dentro del país, sino que también estar a la par con la oferta internacional. Esto las obliga a estar en permanente actualización y exige un sistema educacional que combine adecuadamente la calidad con la capacidad de adaptación de las instituciones.

Leer columna en El Mercurio.


Escrito por Raúl Figueroa Salas

Fundador y ex director ejecutivo de Acción Educar.