Columna en El Mercurio: “Y sin embargo, se mueve”

Por Raúl Figueroa, director ejecutivo de Acción Educar, y Daniel Rodríguez, investigador de Acción Educar.

La tradición dice que Galileo, tras ser forzado a declarar ante la Inquisición que sus investigaciones estaban equivocadas y que en efecto el Sol giraba alrededor de la Tierra (so pena de ser quemado en la hoguera), desafiantemente afirmó: “Y sin embargo, se mueve”.

Esta anécdota hace pensar en la situación actual de la educación superior en Chile. Tras las protestas de 2011, el país se vio sometido al permanente escrutinio moral de un “tribunal” compuesto por lo que hoy se conoce como “la calle” y sus líderes. Muchos se sintieron obligados a abjurar de sus convicciones (de izquierda, centro y derecha) y a declarar, bajo juramento, que la educación superior chilena estaba en crisis, que estábamos al borde de un colapso total, que todo no era más que una gran estafa. Las políticas de acceso (como el CAE y las becas) eran un robo; la acreditación, una burla. Muchos concurrieron entusiastas a confirmar su fe en esta doctrina. La impopularidad parece ser un incentivo más efectivo que el fuego.

Pasó el tiempo, la buena noticia al parecer no llegó y el sistema siguió funcionando. Una universidad regional privada obtuvo la máxima acreditación de siete años, confirmando que el sistema es capaz de reconocer una larga trayectoria a la excelencia. Universidades privadas sin acceso a fondos basales (los pocos que tenían les fueron arrebatados) se acreditaron por primera vez en investigación, aumentando las capacidades académicas del país. A otras, estatales y privadas que no cumplieron sus compromisos, se les disminuyó o perdieron la acreditación, mostrando que la institucionalidad es sensible a la pérdida de calidad.

Una universidad que no pudo mantener un estándar mínimo y puso en riesgo los derechos de sus estudiantes, académicos y trabajadores, entró a un proceso de intervención regulado por ley. Otra, que vio en riesgo su proyecto, decidió fusionarse con una universidad acreditada para beneficio de sus estudiantes. La educación chilena tiene formas para administrar los fracasos, que ocurren en todo sistema.

Cerca de 67.000 estudiantes de primer año fueron beneficiados por el CAE (de un total de 113.000 postulantes elegibles). Alrededor de 141 mil personas están restituyendo los fondos que les permitieron estudiar. Hoy existen cerca de 1.170.000 estudiantes de pregrado en educación superior, 12.000 más que el año anterior. Además, la encuesta Casen 2015 muestra que la tasa neta de cobertura de la educación superior aumentó en el primer y segundo quintil.

En la reciente discusión presupuestaria, el Gobierno avanzó en igualar las becas de las universidades dentro y fuera del CRUCh, progresando en la eliminación de discriminaciones arbitrarias. La política presupuestaria de gratuidad, que terminó siendo un programa focalizado en los más vulnerables, se implementó, y las instituciones que adscribieron, a pesar de perder cerca de 20.000 millones de pesos, subsisten en el convencimiento de que los problemas se subsanen.

Así, el permanente discurso de crisis no parece reflejarse más allá de la política. Nadie duda de que se necesitan cambios para enfrentar los desafíos que vienen. Pero otra cosa es negar la realidad. A pesar de todo, la educación superior chilena se mueve.

Leer columna en El Mercurio.


Escrito por Daniel Rodríguez Morales

Director ejecutivo de Acción Educar.