No solo se ha observado un aumento en la desnutrición: actualmente, uno de cada tres niños chilenos en educación parvularia padece obesidad. La malnutrición por exceso (obesidad o sobrepeso) tiene efectos negativos sobre, entre otras dimensiones, el logro educativo y la asistencia a clases (Echeverría y otros, 2014). La prevalencia de la malnutrición y la deserción escolar están estrechamente relacionadas y conforman un círculo vicioso que profundiza la vulnerabilidad social.
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Los datos del Mapa Nutricional 2020 de la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (JUNAEB), mostraron un aumento de la malnutrición infantil en Chile. Un 3,6% de los alumnos en prekínder presenta desnutrición. En las regiones del Norte Grande y en la Metropolitana esta cifra supera el 4% de los niños del nivel, muy superior al promedio histórico desde 2009. Esta situación está estrechamente ligada con el aumento de la deserción y de la inasistencia escolar que reportó hace unos días el Ministerio de Educación. Los niños que no asisten a la escuela tienen mayor riesgo de perder comidas, enfrentando la inseguridad alimentaria.
En los comienzos de la pandemia, la literatura proyectó un aumento de la desnutrición y de la obesidad, especialmente en los grupos más vulnerables de la sociedad, como consecuencia de la pandemia y el aislamiento obligatorio asociado. Este efecto no solo deriva de la pérdida de ingresos familiares y de la inflación sostenida, que dificultan una alimentación adecuada, sino también de la disrupción en los hábitos de vida y en la actividad física (Zemrani y otros, 2021; UnitLife, 2020).
Los datos actuales en Chile confirman esto. No solo se ha observado un aumento en la desnutrición: actualmente, uno de cada tres niños chilenos en educación parvularia padece obesidad. La malnutrición por exceso (obesidad o sobrepeso) tiene efectos negativos sobre, entre otras dimensiones, el logro educativo y la asistencia a clases (Echeverría y otros, 2014). La prevalencia de la malnutrición y la deserción escolar están estrechamente relacionadas y conforman un círculo vicioso que profundiza la vulnerabilidad social.
El retroceso experimentado en la situación nutricional de la infancia puede ser enfrentado desde la escuela, con los programas de alimentación escolar que actualmente posee el país –después de todo, las cifras de desnutrición estaban en sus niveles históricos más bajos antes de la pandemia– y con nuevas medidas que ya están al alcance del Estado chileno.
Se requiere, primero, que los niños y niñas vuelvan a la escuela, solucionándose el problema de deserción e inasistencia que sigue vigente. Para esto, podría retomarse el trámite del proyecto de ley que establece un sistema de subvenciones para la modalidad educativa de reingreso, especialmente orientada para apoyar la vuelta al sistema escolar de aquellos individuos que lo habían abandonado. El proyecto se encuentra en trámite en el Senado desde septiembre de 2021, pese a las reiteradas urgencias puestas por la administración anterior y que fueron ignoradas por la mesa. El Ejecutivo actual no ha puesto urgencias adicionales al proyecto.
Asimismo, es fundamental acelerar la reforma a la Ley de Subvención Escolar Preferencial (SEP), que extiende el beneficio por vulnerabilidad socioeconómica a 200 mil estudiantes adicionales, lo que permitiría dotar de recursos frescos a aquellos establecimientos con más deserción e inasistencia. Sin embargo, este proyecto de ley también duerme en el Senado, a pesar de haber recibido más de 30 urgencias.
Por último, hay que atender a aquellos factores que agravan el problema descrito. La desnutrición es más prevalente entre los estudiantes extranjeros. Flexibilizar transitoriamente los requisitos de subvención y alimentación en aquellas regiones más afectadas por la inmigración escolar permitirá, al menos, aliviar la situación de aquellos individuos que aún no tienen derecho a ellas –los alumnos con Identificador Provisorio Escolar (IPE)–. Los poderes Legislativo y Ejecutivo están en la posición para hacerlo.
Frente a esta situación crítica en el sistema escolar de Chile, urge un actuar rápido y eficiente del Estado chileno. La desnutrición no puede ser tolerada, ni tampoco sus efectos en el desarrollo individual y social. Con un acuerdo político alrededor de los proyectos mencionados, que incorpore nuevas miradas y adaptaciones para la situación actual, se podrá avanzar hacia un escenario donde la malnutrición infantil haya sido parte del pasado.