Por Magdalena Vergara, investigadora de Acción Educar.
La discusión del proyecto Aula Segura permite hacer algunas reflexiones. Sin duda los hechos ocurridos al interior de dos liceos de Santiago son un fracaso para el sistema educativo, toda vez que la educación busca formar personas, ciudadanos virtuosos capaces de participar de la vida cívica y la democracia del país siendo, por tanto, la calidad no solo un derecho del estudiante, sino también un bien de interés social. Evidentemente está muy lejos de ser un valor democrático el rociar bencina a otro o tirar bombas molotov.
Muy por el contrario, la legislación defiende y promueve los valores de una vida en comunidad, en este caso, de la escolar. Al interior de la escuela existe un bien compartido que solo es posible alcanzar en el ámbito de un interés que es buscado en común, para lo cual el respeto entre los miembros se hace indispensable. Solo así es posible apreciar los valores más propios que se experimentan en sociedad, tales como la amistad cívica, la participación, respeto a la autoridad, etc.
Sería un muy mal precedente, por tanto, dejar impune este tipo de violencia, especialmente en un entorno de aprendizaje, pues no estaríamos más que avalando una conducta reprochable y contraria a los bienes republicanos que defendemos como nación. No por nada, la disciplina juega un rol importante en nuestra formación.
Por otro lado, la educación de las personas va más allá de la enseñanza que imparten los establecimientos. Es principalmente al interior de las familias y desde los padres que se aprenden los valores cívicos. No es posible delegar en los colegios la carga de solucionar problemas sociales de la envergadura que fuimos testigos. Ello afecta no solo a ese niño en concreto, sino también al resto de la comunidad.
Por último, lo anterior no es ajeno con la forma en que como país estamos ejerciendo la democracia. La actuación de las nuevas generaciones es un cierto reflejo de las de nosotros los adultos. Los discursos creados desde la intolerancia no dan espacio para una discusión honesta y segregan a la ciudadanía, empoderando ideas más extremas en la juventud.
La pelea chica sobre Aula Segura, a ratos parece olvidar algunas de estas cuestiones. Quizás haya que dejar a los directores tomar las decisiones en sus establecimientos, pues son ellos quienes mejor conocen lo que ocurre al interior de sus comunidades.