Por Daniel Rodríguez, investigador de Acción Educar.
Una propuesta preliminar del Ministerio de Educación para reformar el currículum de los últimos dos años de educación media ha causado revuelo público y una serie de comentarios respecto del valor de la Filosofía y su lugar en la educación escolar. Habría sido deseable que la opinión pública esperara a conocer mayores antecedentes de la propuesta antes de reaccionar de forma tan enfática; sin embargo, la serie de errores de diseño, comunicación e implementación de las acciones y políticas del Mineduc lo han privado del beneficio de la duda. La propuesta de fondo es mucho más compleja que lo que se ha difundido, y se encuentra en un proceso aún muy inicial de consulta pública.
Efectivamente existe un problema en el currículum de los dos últimos años de la educación media, que el Ministerio hace bien en tratar de resolver. El fundamento de este problema es la tensión entre la voluntad de entregar a todos los estudiantes del país una base común de conocimientos, habilidades y actitudes, una verdadera “formación general”, y la necesidad de entregar una mayor especialización en la educación y que los estudiantes elijan las asignaturas o especialidades que prefieran para su futura formación, esto es la “formación diferenciada” (científico humanista, técnico profesional o artística).
Los estudiantes de establecimientos técnico profesionales (TP) tienen acceso a una formación general muy reducida. No tienen ciencias naturales, ni Filosofía, ni educación física, ni artes, porque su formación diferenciada ocupa mucho tiempo, y porque su currículo prioriza una muy próxima inserción al mundo del trabajo. Además, se espera que logren los mismos aprendizajes en Lenguaje y Matemática que los estudiantes de establecimientos humanista-científico (HC), pero con considerablemente menos horas. Por otra parte, el currículo HC entrega una formación general ecléctica y dispersa, con ocho asignaturas de asignación horaria promedio de 2,5 horas pedagógicas: un picoteo. Se intenta mantener en 3° y 4° medio un perfil generalista y una formación bastante estandarizada para todos los estudiantes, dando muy poco espacio a la electividad y la profundización.
Para resolver este problema, el Ministerio optó por igualar la formación general de HC (que hoy tiene 27 horas) con la TP (que tiene 14 horas), lo que implica necesariamente reducir el número de asignaturas. Es en este proceso de homologación en el cual desaparecen Filosofía, Historia, Geografía y Ciencias Sociales y las Ciencias Naturales como asignaturas independientes. Es una alternativa que puede ser acusada de “nivelar hacia abajo” si no se elabora correctamente. Se requieren muchos más antecedentes para emitir este juicio.
Una forma de solucionar este problema es entregar mayor libertad a los establecimientos y a los estudiantes para elegir su formación diferenciada, y enfocar la formación general a únicamente lo nuclear (en mi humilde opinión: Lenguaje, Matemática, Inglés, Educación Física y Filosofía). Después de 10 años de escolaridad, no es grave que dejen de impartirse algunas asignaturas o disciplinas para los estudiantes que no quieran seguir profundizando en esa línea.
Quizás un estudiante cuyo foco será la Sociología no requiere profundizar en Física. Quizás otra estudiante especializada en metalurgia extractiva puede prescindir de cuatro horas de historia en 4° medio, quizás a cambio de reforzar Inglés y Química. Pero no debemos intentar planificarlo todo: una estudiante cuyo objetivo sea estudiar Ingeniería podría querer saber más Arte, o más Filosofía, y elegir libremente estas asignaturas, pero no necesariamente hacerlas parte de su formación obligatoria. Sin querer dar recetas específicas, es relevante tener en cuenta que para que la formación que el Estado le ofrece a los jóvenes de 3° y 4° medio les haga sentido, los motive y les sea útil; el camino es dejarlos elegir.