Columna en La Tercera: Pandemia + boicot; un panorama complejo

Por Magdalena Vergara, directora ejecutiva de Acción Educar.

Sin duda la pandemia traerá profundas consecuencias a nuestro sistema de educación superior. Un tema importante a analizar será los efectos que tendrá sobre la participación en el nivel terciario. Para ello, resulta interesante un reciente estudio publicado por Acción Educar sobre la evolución de la matrícula en la última década.

En primer lugar, es relevante retroceder en el tiempo y recordar el escenario en que se rindió la PSU. El boicot a la prueba trajo como consecuencia que para 2020 la matrícula de pregrado disminuyera por primera vez en los últimos 20 años, registrándose 43 mil estudiantes menos que en 2019. Esto ocurrió principalmente, debido a la caída de la matrícula de primer año: 28 mil menos que el año anterior. Cabe destacar que el proceso de admisión del 2020 tuvo la mayor inscripción para la rendición de la PSU, lo que permite comprender la magnitud de los efectos que generó el boicot.

Más preocupante aún es observar que la participación relativa de los estudiantes egresados de colegios municipales en la educación superior se ha ido debilitando en la última década, sin cambio alguno en la tendencia luego de la implementación de la gratuidad. Lo cual se acentuó de manera considerable tras el boicot a la PSU, pues fueron los estudiantes de colegios municipales y particular subvencionados los que se vieron más afectados, al punto de que se matricularon 30 mil estudiantes menos que en 2019.

Por otro lado, a pesar de los esfuerzos que se hacen desde la política pública para atraer a más estudiantes al área de educación, es la que se ha visto mayormente debilitada. Desde 2011, la matrícula en este tipo de carreras ha tenido una baja de 14 mil alumnos.

Si al escenario descrito le sumamos la pandemia, la deserción estudiantil, la educación remota y la crisis económica; el futuro no es muy auspicioso. Además, ya sabemos que el número de inscritos para rendir la prueba de admisión este año -denominada Prueba de Transición- es la más baja en la última década.

El desafío que viene es importante, siendo necesario tomar medidas, repensar el sistema y buscar prevenir las consecuencias que tiene la disminución de la cobertura, tanto para el crecimiento y desarrollo del país, como también los efectos en las propias instituciones de educación superior.

Por último, es fundamental tomar nota del costo que ha implicado el boicot a la PSU, más aún cuando la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES) ha advertido que evalúa “funar” la nueva prueba. Cuestión que solo agravaría seriamente el panorama, con efectos quizás irreversibles en el futuro de nuestros estudiantes.

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Escrito por Magdalena Vergara Vial

Ex directora ejecutiva de Acción Educar