Por Magdalena Vergara, directora ejecutiva de Acción Educar
La discusión sobre el regreso o no a clases presenciales habla mucho de nuestra idiosincrasia política. Algunos, por empecinada oposición, politizan el debate y cuestionan -confundiendo a la ciudadanía- aspectos que están más que zanjados: que el regreso es gradual y voluntario en donde las condiciones sanitarias lo permiten. Otros, porque ven con preocupación las próximas elecciones, donde aparentemente reabrir las escuelas no contaría con la aprobación de la ciudadanía y por tanto prefieren las medidas populares antes de considerar otros aspectos relevantes.
Es interesante observar que conforme a la última encuesta Cadem, quienes contestan preferir que no vuelvan las clases presenciales y se mantengan las clases online, frente a la alternativa de volver luego del 18 o en octubre (lo que sin duda influencia la respuesta), un 5% más fueron personas que no tienen hijos estudiantes, frente a los padres de estudiantes que prefirieron esa alternativa. Al preguntarse, en cambio, sobre la posibilidad de abrir las escuelas si están dadas las condiciones sanitarias, el 52% estaba de acuerdo.
Parte del problema es el centralismo que tantas veces nos ha pesado. Olvidamos en política la característica propia de nuestro país: su diversidad. Las decisiones a nivel nacional no siempre son las más justas a nivel local, especialmente si el parámetro es Santiago. Impedirle el regreso a clases presenciales a niños que están en posibilidad de hacerlo, es una injusticia enorme.
Aparece también un discurso contradictorio de algunos políticos. Mientras dicen buscar fortalecer a las comunidades y a los ciudadanos en la toma de decisiones, cuando llega la hora de hacerlo, les quitan esa facultad con medidas impositivas y centralistas. Ejemplo de ello, es el proyecto de ley que promueven los diputados de oposición que busca que no se pueda volver a clases presenciales durante el 2020, pues limita conforme a sus propias reglas y parámetros las facultades de los colegios y los padres de reabrir y enviar a sus hijos a clases presenciales, contradiciendo además la evidencia al respecto.
Mientras en Santiago el debate cada vez se polariza más y el ministro de Educación se desgasta repitiendo una y otra vez que no se regresará sino una vez dadas las condiciones sanitarias de cada comuna, en Los Ríos, Aysén y otras regiones, poco a poco han vuelto a abrir algunas escuelas, con responsabilidad y atendiendo al bienestar de su propia comunidad, logrando resultados y experiencias positivas. Como ellos hay 40 comunas donde no hay contagios activos y otras tantas en fase 4 y por tanto cumplen con las condiciones. En vez de seguir obstinados en una discusión que ya parece ficticia, nuestro deber es alentar a esos colegios, apoyarlos y aprender de su experiencia, de manera de prepararnos para que más niños tengan la posibilidad de ir regresando a sus escuelas.
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