Momentos de crisis como el que vivimos dan cuenta de la importancia que tiene el rol del Estado; el liderazgo que imprima es clave para sobrellevarla, unificar esfuerzos y soluciones, y entregar confianza a la ciudadanía. Sin embargo, también da cuenta de la relevancia que tienen las propias comunidades. Esto en educación se hace especialmente ejemplificador.
La educación remota que se ha debido implementar, ha trastocado nuestro sistema educativo. La necesidad de llegar a la mayor cantidad de estudiantes para mantener el proceso formativo y así resguardar su derecho ha requerido de una labor mucho más amplia y presente del Ministerio de Educación (Mineduc). Sin embargo, ello en ningún caso resta importancia a la función de los propios establecimientos para seguir cumpliendo con sus fines. Al contrario, se hace patente la relevancia que tiene la colaboración entre ambos. Por una parte, la labor de los establecimientos ha sido esencial para adecuarse a las circunstancias innovando y buscando alternativas para mantenerse en contacto con las familias, pero también se vuelve clave el apoyo por parte del gobierno para orientarlos y fortalecer tanto su toma de decisiones como sus competencias.
En definitiva, la mayor presencia del Estado no pasa por que éste asuma las tareas que le son propias a los establecimientos, sino en entregarles el apoyo necesario. De hecho, desde el punto de vista del bienestar del niño, es clave comprenderlo de esa manera para así poder adaptar de mejor forma las soluciones a las necesidades que se le presentan. Durante la pandemia en concreto, el vínculo estudiante-profesor y todo lo que ello genera, no se logra suplir solo con la plataforma virtual o la entrega de material pedagógico, que sin duda son recursos claves para enfrentar la situación.
Estos tiempos, así como dan cuenta de la relevancia de la escuela, al mismo tiempo pone de manifiesto la debilidad de las mismas, tanto desde un punto de vista institucional como de sus capacidades. Esto, porque una normativa restrictiva y rígida ha tendido a minimizar a los establecimientos, fortaleciendo en mayor medida los brazos del Estado, imponiendo límites a la toma de decisiones y organización de la propia escuela, afectando el desarrollo de la comunidad docente. En visión de algunos, un Estado presente es un Estado que se impone y que reduce la esfera de los proyectos educativos.
Muy por el contrario, lo que hace falta es precisamente fortalecer los ámbitos de autonomía de las escuelas, lo que no solo releva su rol en el espacio público, sino que también es clave para una mejora de los aprendizajes.
No se trata de un Estado ausente, sino de uno fuerte, capaz de promover la calidad de la educación, que fortalece a los establecimientos entregándoles las herramientas necesarias para que cumplan con sus fines, pero respetando la libertad que tienen para llevar a cabo su tarea. Una futura discusión de nuestro sistema, debe tener presente estas experiencias, la importancia de la colaboración público privado y el rol que compete a la sociedad y organizaciones intermedias, comprendiendo la importancia de fortalecer y no eliminar la subsidiariedad de nuestro sistema educativo.
Por: Magdalena Vergara, directora ejecutiva de Acción Educar.
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