Por Raúl Figueroa Sálas, director ejecutivo de Acción Educar.
Los efectos del reciente cambio de gabinete son aún inciertos y pueden ser analizados desde diversos puntos de vista. Así, en términos políticos, queda por ver cómo la confusión que ha mostrado el gobierno podría debilitar aun más la candidatura de Alejandro Guillier, quien de acuerdo a las últimas encuestas no lleva las de ganar en las próximas elecciones.
Respecto al manejo de la economía, la incertidumbre es alta, si consideramos que la salida del equipo económico del gabinete fue motivada por las discrepancias internas respecto al énfasis que el país debe tener en esas materias, llevándose la facción pro crecimiento la peor parte. A lo anterior debemos agregar las consecuencias que el cambio de ministros tendrá en las reformas que este gobierno ha impulsado y se encuentran aún en trámite y, particularmente, en la que se refiere a la educación superior.
La gestión de Nicolás Eyzaguirre como ministro de Educación será recordada por la claridad con que expresó su idea de igualdad en materia educacional al referirse a la necesidad de “bajar de los patines” a los niños de colegios particulares subvencionados que acceden a mejor educación. En esa misma línea, las dificultades que hoy sufren miles de establecimientos educacionales tras la aprobación de la llamada ley de inclusión, sumado a la incertidumbre de las familias que no saben si el colegio al que asisten sus hijos seguirá siendo subvencionado o si se transformará en particular pagado, son parte de su legado. Fue durante ese mismo período en que empezó a diseñarse la reforma a la educación superior, generando un rechazo transversal entre rectores, académicos y expertos que aún se mantiene.
Luego, como ministro secretario general de la Presidencia, asumió el rol de sacar adelante en el Congreso los proyectos de ley del Ejecutivo. Desde esa posición insistió en la aprobación en la Cámara de Diputados de la gratuidad universal, proyecto en el que queda en evidencia el voluntarismo político por sobre el riguroso análisis económico. Recordemos que no sólo se trata de una iniciativa excesivamente cara y regresiva, sino que además implica tratar a la educación superior como si fuese un commodity a través de la fijación de precios, desconociendo su carácter esencialmente diverso y limitando su capacidad de desarrollo futuro.
Esto contradice a quienes ven en el traslado de Nicolás Eyzaguirre desde la Secretaría General de la Presidencia al Ministerio de Hacienda una cierta reminiscencia a los tiempos de la Concertación; la verdad es que quien ocupará el cargo es una persona diferente a quien lo ejerció por seis años durante el gobierno de Ricardo Lagos. En este caso, parece que aplica con precisión aquel refrán que dice que, con el tiempo, los defectos se acentúan y las virtudes tienden a desaparecer.
Si bien es cierto que Rodrigo Valdés apoyó formalmente el proyecto de educación superior mientras era titular de Hacienda, no es menos cierto que hizo de permanente contrapeso a los apuros legislativos de Eyzaguirre. La tensión entre la necesidad de mantener ciertos equilibrios económicos y el cumplimiento de determinados objetivos políticos era evidente, quedando demostrada finalmente con la salida de Valdés.
Para efectos de la reforma, y lo que es más preocupante, para el país, lo que ha ocurrido en los hechos con el nuevo nombramiento es la concentración en la persona de Nicolás Eyzaguirre de las funciones legislativas, de Educación y de Hacienda, suprimiendo de un solo golpe los necesarios contrapesos que deben existir. La señal de La Moneda es clara: sin importar el costo, las reformas deben ser aprobadas.