El Ministerio de Educación advierte que los padres buscan buenos resultados académicos, pero también un ambiente de convivencia adecuado. Exalumnos muestran su preocupación por la caída en el interés.
V. González y M. José Blanco
Hasta el 29 de diciembre. Esa fue la fecha límite que se fijó en el calendario del Sistema de Admisión Escolar (SAE) para que los padres matricularan a sus hijos en los colegios asignados tras las postulaciones. Lo que viene después, según establece el proceso, es la llamada ‘fase de regularización’, en que las familias pueden acercarse directamente a los recintos donde aún -tras todas las etapas- quedaron cupos no requeridos en ninguna fase previa. Para facilitar la búsqueda de esas vacantes existe una plataforma virtual. Allí, hasta el viernes, un punto de color azul marcaba en un mapa que en Arturo Prat 33, el Instituto Nacional aún tenía 194 cupos para 7° básico. Al sumar los que había en cada nivel, el total ascendía a 286.
Una cifra inesperada, pues hasta hace algún tiempo ingresar al liceo marcaba el hito cúlmine de grandes esfuerzos para cientos de familias y solía haber listas de espera. Para entrar a 7° básico en 2019, por ejemplo, 980 alumnos se inscribieron para participar del proceso de admisión. Para 2018 eran más de mil postulantes. Para 2020, tras el primer proceso del SAE que incluyó a la RM, luego de los resultados finales, quedaron 58 cupos. Para ingresar este año, en tanto, las cifras tras la etapa principal de postulaciones ya mostraban una tendencia: aún había 212 vacantes para 7°, nivel en que se ofrecieron 480 cupos. El fenómeno no es aislado. A solo cuadras de distancia, el Liceo 1 Javiera Carrera, referente emblemático femenino, indicaba hasta hace pocos días que aún podía recibir a 224 niñas más en 7° básico. Y en total, a 275.
Menor interés:
El subsecretario de Educación, Jorge Poblete, afirma que pese a la alta demanda que solían tener estos colegios, ‘se ha visto cómo el interés de las familias (.) comenzó a disminuir cuando comenzaron los paros y las tomas’. Añade que los padres buscan ‘buenos resultados académicos y buena convivencia escolar’, prefiriendo liceos como los Bicentenario. La directora de Acción Educar, Magdalena Vergara, comparte el análisis. ‘Los padres escogen los colegios, principalmente, en la medida en que exista seguridad y un clima adecuado’, señala.
Al sufrir fuertes hechos de violencia en los últimos años, incluyendo enfrentamientos con carabineros, disturbios y tomas, ‘esto claramente ha perjudicado la percepción (.) y aunque haya pasado un año de pandemia, esa mirada persiste’. De hecho, plantea Vergara que una posibilidad es que algunos hayan puesto en la balanza la perspectiva de un año de intensa actividad política, que ‘también puede incidir en que siga habiendo este tipo de situaciones’. ‘El Mercurio’ contactó a la Dirección de Educación Municipal de Santiago para conocer su análisis sobre estos casos, pero no tuvo respuesta. Quienes pasaron por el Instituto Nacional recuerdan haber vivido una experiencia muy distinta para ingresar.
‘En mi época había que esperar años para entrar. La relación era de 20 postulantes por cada vacante’, recuerda el expresidente de la Asociación de Bancos Jorge Awad. A su juicio, el cambio evidenciado en el interés que generan las vacantes ‘es dramático’. El exministro Carlos Ominami añade que ‘es la crónica de una decadencia anunciada (.). Ha habido falta de voluntad política y tenemos un IN que antes tenía la capacidad de seleccionar a los mejores, no por dinero, sino por mérito. Hoy perdió esa capacidad. Dejó de ser un colegio que atraiga a mucha gente y francamente creo que es muy lamentable’. En las generaciones más recientes también el recuerdo es muy distinto. Branislav Marelic, exdirector del Instituto Nacional de Derechos Humanos y egresado en 2003, relata que ‘éramos muchos los que dimos una prueba de selección para entrar. Finalmente quedamos más de 480, yo quedé en el 7° K’ en 1998, por ejemplo, por la gran cantidad de cursos que se formaron con los postulantes’.