La Agencia de Calidad de la Educación advirtió una relación negativa entre la capacidad de enfrentarse a textos largos y la creciente costumbre que tienen los adolescentes de repartir su atención en múltiples dispositivos a la vez. Escritores, expertos y profesores dudan de que la tecnología sea la culpable. Expertos ven otras causas, no digitales, en el retroceso.
Preocupantes cifras arrojaron los resultados del Simce de Lectura rendido el año pasado por los estudiantes de segundo medio. El puntaje promedio obtenido (247) evidenció un retroceso de siete puntos en comparación con la media alcanzada en 2006.
Pero esta situación, según expertos consultados por “El Mercurio”, no estaría ligada al masificado consumo juvenil de internet, como postuló la Agencia de Calidad en Educación al plantear que se observa “una asociación negativa entre la multitarea digital y la probabilidad de responder correctamente preguntas relacionadas con textos más largos”.
Para Ernesto Treviño, director del Centro para la Transformación Educativa de la U. Católica, es probable que la disminución del puntaje “se deba a debilidades del currículo que interactúan con estrategias de enseñanza descontextualizadas y que no despiertan el genuino interés por leer y aprender entre los jóvenes”.
Más categórico, Raúl Figueroa, director ejecutivo de Acción Educar (en la foto), plantea que se ha instalado la idea de que “el acceso a nuevas tecnologías puede estar influyendo en la baja del Simce de Lectura, pero es importante no quedarse con opiniones que no están lo suficientemente analizadas”. Probablemente -agregó-, las causas son “bastante más profundas”.
Siguiendo esa línea, los motivos estarían relacionados con tres factores. Natalia Ávila, profesora de la Facultad de Educación de la UC, llama a tener en cuenta el contenido de las pruebas, la inestabilidad curricular y el alto porcentaje de establecimientos técnico-profesionales en el país.
“Los técnico-profesionales tienen menos horas de Lenguaje y de Matemática. Entonces, en ese promedio están agregados los científico-humanistas”, asegura. Y añade: “La brecha de los técnico-profesionales con los humanistas en Lectura es altísima.
Académicos: “Jóvenes leen de un modo diferente”
La atracción que ejercen los dispositivos digitales sería una traba para la concentración de los jóvenes, sobre todo a la hora de leer obras de largo aliento, como “El Quijote de la Mancha”. Así, Eduardo Arriagada, decano de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica (en la foto), ejemplifica los desafíos que estos aparatos implican para el aprendizaje de los estudiantes.
Sin embargo, plantea que el problema real no es ese. “Yo creo que no es culpa de los dispositivos digitales. El asunto está en cómo hacemos nosotros para que la gente lea”, agrega.
Para cumplir este objetivo -dice- se debería “mejorar la forma de controlar la lectura y asegurar que la gente lea una cantidad de libros que son considerados mínimos”.
Tabita Moreno, académica de la Universidad de Concepción y doctora en Comunicación, Retórica y Medios Digitales de North Carolina State University, sostiene que las generaciones jóvenes “están leyendo de modo diferente, por lo que sería relevante analizar de qué manera el Simce considera estos diversos modos”.
Lo anterior es ratificado por Juan Silva, director del Centro de Investigación e Innovación en Educación y TIC de la Universidad de Santiago. A su juicio, “hay un choque generacional entre lo que se está pidiendo y cómo se les está pidiendo, y luego se emiten juicios categóricos como que (los jóvenes) no leen y no comprenden”.
Para Silva, el Simce tiene la obligación de reformular su esencia, con el objeto de alcanzar una convergencia con los nuevos formatos que permita “considerar la lectura digital que los estudiantes hacen”.
“La escuela debiera incorporar toda esa lectura y producción que los estudiantes hacen en formatos digitales dentro de la sala, lo que mejoraría la calidad de lo que leen, producen y escriben”, enfatiza.
Para los escritores el problema no es digital, sino de intereses
Varios libros que hoy causan furor entre niños y adolescentes nacieron en internet antes de saltar al papel. Es el caso de la saga “Pepi la fea”, que ya cuenta con tres tomos publicados por Plaza & Janés. Su autora, Josefa Wallace (en la foto), comenzó la historia en su blog, y asegura que las plataformas digitales dan acceso a los jóvenes a otros tipos de literatura. Sin embargo, reconoce que “estamos en un mundo donde la inmediatez es lo que prima, y jugar un videojuego o ver una película es diversión más tangible y más rápida que leer un libro”.
Antes de publicar “Yo soy la perra” con Alfaguara Juvenil, Varinia Painivilo -también conocida como Americavi- escribía sus relatos en Wattpad, una comunidad para compartir historias de forma gratuita. Afirma que las pruebas deberían incluir textos más cercanos al mundo juvenil: “Si les ponemos un fragmento de una novela de vampiros, quizás ellos sí lo van a comprender. No porque su comprensión lectora sea menor, sino porque está relacionado con un tema de interés”.
Esteban Cabezas, autor de la popular saga de Julito Cabello, coincide en que el acceso a la tecnología no es el problema. “Es culpar al empedrado. O hasta a los mismos niños, que han sido ‘abducidos’ por estas influencias tan nefastas. Los libros van a encontrarse igual con sus lectores”, dice.
Profesores: nuevas herramientas y más pensamiento crítico
Lejos de ser una amenaza, la tecnología puede ser un complemento. Eso piensa Claudia Saravia (en la foto), jefa del Departamento de Lenguaje en el Instituto Hebreo. Admite que para los alumnos “es una tortura enfrentarse a un texto más largo, porque lo multimedial es instantáneo”, pero dice que es un tema de constancia, que requiere práctica para lograr un avance. “Siempre les digo que es como entrenar para una carrera”, comenta. Agrega que en plataformas como el servicio de streaming Netflix hay oportunidades de innovar. Este año, una alumna se le acercó para hablarle de la serie “13 Reasons Why”, que todo el curso estaba comentando; surgió la idea de hacer una actividad, y ya piensan en cómo vincular las temáticas que trata con clásicos de la literatura, como “Otelo” y “El túnel”, que leerán durante el año.
Por otro lado, Julio González, profesor de Español de la Universidad de Concepción y magíster de la Universidad del Desarrollo, advierte que el espacio que la asignatura contempla para la lectura sería insuficiente. “Se evalúa algo que no se enseña con la amplitud y la profundidad que se requiere”, plantea. No cree que los dispositivos digitales sean nocivos, pero afirma que “es la mala utilización la que impide promover el pensamiento crítico y una buena redacción. Si se manejaran de una forma criteriosa, fomentaríamos la concentración y la comprensión de lectura”.
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