Debido a su flexibilidad y la mayor posibilidad que entregan de compatibilizar trabajo y estudios, los programas vespertinos siguen creciendo. Y es que sus diversas modalidades, ya sea presencial, semipresencial o virtual, sumadas a las nuevas tecnologías, colaboran en el proceso de aprendizaje del alumno.
Cada día son más quienes prefieren seguir una carrera vespertina, y no solo jóvenes y adultos que deben compatibilizar trabajo y estudios, sino aquellos que, por diversos motivos -como cuidar a la familia o por circunstancias económicas- no han podido estudiar en otro momento, y que buscan perfeccionarse y obtener un título.
Señalan en la División de Educación Superior del Ministerio de Educación que las carreras que se imparten en modalidad vespertina tienen los mismos desafíos que el sistema de educación superior en su conjunto, es decir, entregar formación de calidad pertinente a los requerimientos del país, y que permitan a los estudiantes desarrollarse profesional y personalmente.
A su vez, destacan que la oferta académica vespertina, en términos generales, permite a trabajadores de diversos sectores productivos mejorar sus competencias y adquirir nuevos conocimientos porque, de esta forma, pueden crecer profesionalmente ya que tienen la necesidad de compatibilizar la actividad académica con sus obligaciones laborales.
Oferta que crece
En los últimos diez años la demanda de programas vespertinos ha aumentado a un ritmo levemente superior a la demanda general de programas de pregrado, que de por sí ha sido muy alto.
Así lo comenta Daniel Rodríguez, investigador de Acción Educar, quien añade que si en 2007 uno de cada cinco estudiantes de pregrado estudiaba en un programa vespertino, hoy lo hace uno de cada cuatro. Y es que el perfil del alumno de programas vespertinos se relaciona con las ventajas de este tipo de formación.
‘Estos son más flexibles y tienden a ser más fáciles de compatibilizar con un trabajo de tiempo completo o con responsabilidades del hogar que una carrera diurna. Por lo tanto, los estudiantes que asisten a estos programas tienden a combinar trabajo -ya sea remunerado o no remunerado- con sus estudios’, comenta Rodríguez.
Es así como las carreras vespertinas se han ido adaptando a estas nuevas necesidades y hoy, en algunos casos, disponen de distintas modalidades para ayudar a organizar a este perfil de nuevos estudiantes, entregando la opción presencial, semipresencial y a distancia o virtual.
Pero, independiente de la modalidad, ¿cuáles son las recomendaciones al seguir un programa vespertino? La organización es, sin duda, una de las claves para sortear con éxito los estudios y las actividades que realiza el estudiante en horario diurno, ya que se puede generar estrés y, a su vez, deserción.
Por eso, otro de los conceptos imprescindibles es la motivación y la perseverancia, además del trabajo en equipo. Los alumnos deben buscar el sistema de aprendizaje que más les acomode y les de resultados, considerando la calidad y la cantidad en la distribución del tiempo, y priorizando otros aspectos como el apoyo de sus compañeros y una adecuada gestión de las labores.
No obstante, dice Daniel Rodríguez que los retos de las tres modalidades son similares, y que tienen relación con cómo asegurar los aprendizajes en un contexto diferente al tradicional. ‘En ese sentido, se requiere formar docentes universitarios o técnicos que no reproduzcan la misma forma de hacer clases en el sistema diurno, sino que busquen alternativas didácticas que se adapten mejor a lo que sus estudiantes necesitan. Para esto es fundamental que las instituciones tengan autonomía y libertad para experimentar e investigar sobre la mejor forma de lograr este objetivo’, sostiene.
Tecnologías y aprendizaje
En este camino del aprendizaje vespertino, las tecnologías de la información y nuevas herramientas tecnológicas han colaborado en este proceso, ayudando a proveer apoyo y soporte a los estudiantes.
Subraya el investigador de Acción Educar que el beneficio más concreto para el caso de las carreras no presenciales es la posibilidad de evitar trasladarse a clases o a las evaluaciones, así como también recibir el material de estudio sin necesidad de asistir físicamente a la universidad.
Destaca, además, que la tecnología también puede potenciar el trabajo colaborativo entre estudiantes, lo que también es una forma de apoyo para personas que combinan trabajo y estudios. ‘Sin embargo, más tecnología no es necesariamente más calidad. Depende de la coherencia del proyecto pedagógico y su capacidad de integrar la tecnología en beneficio de los estudiantes, y no como un fin en sí mismo’, sentencia Daniel Rodríguez.
Especifica el investigador de Acción Educar que, en este contexto, es relevante pensar en los desafíos de este tipo de formación y que, a su juicio, son más bien culturales. Subraya que esto requiere que las instituciones concentren sus esfuerzos en asegurar que estos programas sean de la misma calidad que los diurnos. ‘Existe cierta percepción de que se trata de programas de distinto nivel, por lo tanto, las instituciones que quieran potenciar esta formación deben cambiar esta percepción frente a empleadores y la sociedad civil. Esto no implica que deban ser iguales a los programas diurnos, todo lo contrario, pero sus egresados deben estar en condiciones de demostrar una formación de calidad comparable’, finaliza el experto.