Especialistas apuntan a la necesidad de reforzar programas de inducción y acompañamiento para facilitar el tránsito entre la carrera universitaria y ser docente sin un acercamiento al mundo laboral.
(Leer nota completa en El Mercurio)
Menos visible que el impacto de la pandemia para los estudiantes, los profesores han sido otro grupo fuertemente afectado por la pandemia del Covid-19 y las complejidades que esta trajo para los establecimientos educacionales. Los docentes tuvieron que adaptarse a nuevas modalidades para impartir sus clases, entregar retroalimentación de manera virtual a sus alumnos y hasta acomodarse a formatos mixtos, con algunos pupilos en el aula y otros desde sus hogares.
El desafío sigue siendo intenso, han reconocido varias veces los maestros, pero más lo ha sido para los profesionales que recién se integraban al mundo laboral cuando llegó el coronavirus, por lo que, por ejemplo, no pudieron realizar sus prácticas o no contaron con una inducción especial en esa primera experiencia laboral.
Apoyo temprano
Especialistas llaman a potenciar programas de acompañamiento a los profesionales que se integran al mundo laboral, con el objetivo de disminuir el abandono de la profesión durante los primeros años. El principal es el Sistema Nacional de Inducción y Mentorías, con el cual los docentes más novatos tienen derecho a contar con un tutor o mentor, que sea un profesor con más experiencia que pueda acompañarlos durante un primer año. Así, se busca vincular la formación de la universidad con el desarrollo profesional y reducir el tiempo de adaptación.
Los profesores principiantes tienen derecho a recibir una asignación mensual de alrededor de $100 mil por 10 meses que son transferidos por el Ministerio de Educación.
El asesor legislativo de Acción Educar, Borja Besa, plantea que el programa es útil para profesores primerizos en el contexto de la emergencia sanitaria, pero que debe entregársele un “enfoque y uso, sobre todo con aquellos profesores que debieron afrontar sus primeros años de profesión durante la pandemia, experimentando una situación completamente distinta y anómala”.
En esa línea, opina que “pareciera adecuado flexibilizar el límite del programa más allá del segundo año de aquellos profesores que se vieron en esta situación y no pudieron tener una experiencia de enseñanza tradicional”.
También plantea que otra forma de mejorarlo podría ser asignar más de un mentor a cada profesional novato.
Leer nota completa en El Mercurio