El Mercurio: Enseñanza online puede ser una buena alternativa a clases presenciales, siempre que sean integrales y personalizadas

Bien empleadas, las herramientas tecnológicas tienen el potencial de ayudar a reducir los índices de abandono escolar en un año marcado por la puesta en marcha de un sistema de educación para el cual alumnos y docentes no estaban preparados.

Por R. Martínez

Desde que se decretó la medida de suspensión de clases presenciales, producto de la pandemia, el sistema de educación pasó a un formato remoto, obligando a 3,6 millones de estudiantes a dar continuidad a su aprendizaje de forma online.

Hoy, a pocas semanas de terminar el año, muchos se cuestionan si los alumnos realmente han aprendido algo. En el mejor de los escenarios, la repitencia se plantea como una de las opciones. En un ámbito menos alentador, gana terreno la deserción. En junio de este año, el ministro de Educación, Raúl Figueroa, señaló a la prensa que, a raíz de la crisis sanitaria, podrían incorporarse 80.000 nuevos niños y jóvenes a las tasas de abandono escolar.

Si bien la educación a distancia ofrece experiencias que permiten complementar el proceso de enseñanza, diversos expertos aseguran que aún no logra reemplazar 100% la enseñanza presencial y que, incluso, tiene mayores tasas de deserción. Según datos de Acción Educar, lo anterior sucede porque este tipo de aprendizaje supone un mayor nivel de autonomía, característica que los más pequeños no suelen tener. A ello se suma que muchos alumnos de sectores vulnerables cuentan con menor soporte familiar y económico para sumarse a las clases virtuales.

Pese a que el 81% de los estudiantes tiene acceso a un computador (PISA, 2018) y que, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el 87% de los hogares en Chile cuenta con internet, los alumnos no tienen exclusividad en su uso, sino que deben compartirlo con otros miembros de la familia. Además, muchas veces la calidad de la conexión es baja para los requerimientos de la educación en línea.

Por otro lado, está la frustración, tanto de los profesores como de los estudiantes y sus padres. En el caso de los primeros, las clases online implican desarrollar contenidos para un canal distinto al presencial, habilidad con la que muchos no cuentan. Como si fuera poco, además de las clases, los docentes deben corregir tareas, recibir mensajes de los padres a cualquier hora del día y atender a sus propios hijos, que, en muchos casos, también están estudiando. Por el lado de los padres el escenario no es más favorable: una gran parte compatibiliza el apoyo educativo a sus hijos con el teletrabajo y las tareas del hogar.

Ir más allá

Cifras del Ministerio de Educación evidencian que el 20% de las escuelas no monitorea la utilización de material pedagógico por parte de sus estudiantes. Desde Acción Educar aseguran que ello aumenta el riesgo de que no se esté dando continuidad al proceso de enseñanza y que, ante un eventual retorno al aula, los alumnos no vuelvan.

Fernando Prieto, gerente general de Pixarron, explica que si bien la deserción se produce por la combinación de varios factores, uno es justamente que, a pesar de la cantidad de horas que los niños y jóvenes dedican al estudio, generalmente no se sabe si están aprendiendo.

‘Llevar los mecanismos físicos al mundo virtual, esperando los mismos resultados, solo aumenta los índices de deserción. Si el aula ya era aburrida, los sistemas de videoconferencia son un sucedáneo de mala calidad de lo que pasaba antes. Hay un emisor (el profesor) que trata de entregar material a una audiencia de la que ni siquiera puede percibir, por ejemplo, sus gestos’, explica.

Según Prieto, las herramientas tecnológicas ayudan a reducir la deserción solo en la medida que sean integrales y actúen de forma personalizada. Dice que si los docentes logran apoyar a sus estudiantes, no como un rebaño, sino en lo que cada uno necesita de forma específica, se genera una espiral positiva.

Herramientas tecnológicas

María Agustina Ibáñez, fundadora de Evaluados, concuerda con Prieto. Asegura que es muy probable que muchos estudiantes estén conectándose a las clases a través del celular, porque se trata de un dispositivo de mayor accesibilidad en comparación con un computador. No obstante, para que el aprendizaje fluya, es relevante tomar en cuenta las formas de uso de este dispositivo.

‘Muchas veces se confunde el tipo de contenido que puede ser útil en este medio. Escanear un PDF y mandárselo al estudiante para que lo vea desde el celular no es atractivo’, apunta.

Según la emprendedora, los exámenes u otras formas de evaluación son herramientas tardías sin una visión formativa, que buscan hacer una medición posterior y no permiten al estudiante detectar sus debilidades de forma previa. Al contrario, entender el estado de aprendizaje y recibir retroalimentación empodera y motiva a los estudiantes.

‘Una vez que el alumno es consciente de dónde falló, puede poner foco en las áreas que ha identificado que son más débiles’, destaca.

Ibáñez asegura que, bien aplicadas, las herramientas tecnológicas cumplen una función relevante debido a su capacidad de detectar, de forma temprana, aspectos relacionados con el rendimiento académico y motivacional de los estudiantes. Así disminuye la deserción.

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