Se aplaude que exista una instancia de consulta pública, pero se critica que los objetivos de las asignaturas se describan en forma muy general y con un lenguaje sofisticado. Los expertos piden al ministerio la mayor transparencia en cuanto a las sugerencias que se incluyan en el texto final y las que no.
Poco más de 100 páginas tiene la propuesta curricular para 3° y 4° medio que el Ministerio de Educación publicó a principios de marzo y que desde entonces está disponible en línea (www.basesdelfuturo.cl) para que cualquiera la revise. El documento no es una versión acabada de lo que se espera que aprendan los alumnos de enseñanza media, sino un primer bosquejo a partir de consultas que se les realizó a especialistas en educación, docentes y organismos no gubernamentales, entre otros actores.
Desde entonces, el texto está en la web a disposición del público para que tanto aquellos ligados a la educación, incluidos alumnos y profesores, como la sociedad en general realicen sus sugerencias a través del mismo sitio. Esta etapa de consulta pública termina el domingo 9 de abril, fecha que se fijó hace unos pocos días luego que el Ministerio de Educación recibiera solicitudes pidiendo aplazar la fecha original del 31 de marzo.
“Es adecuado tener esta etapa, porque con ella puede ganar legitimidad el cambio curricular. Las consultas son efectivas no porque sean la instancia definitoria final de los cambios, sino porque pueden dar luces acerca de las principales preocupaciones de la sociedad y los actores educativos. La información de la consulta puede orientar a los que toman decisiones, los últimos responsables de proponer y llevar adelante los cambios”, indica Ernesto Treviño, director del Centro para la Transformación Educativa (Centre) de la UC.
“Tiene sentido querer incorporar la voz de los estudiantes, porque según los documentos que el mismo Mineduc genera, el 36% de los escolares de entre los 13 y 15 años que desertan de la educación lo hacen por falta de interés”, agrega Marianela Navarro, académica del Centro de Investigación en Educación y Aprendizaje de la U. de los Andes.
Muy general y en difícil
“Un proceso amplio de consulta pública es un estándar mínimo a nivel internacional para el diseño de este tipo de políticas”, comenta Daniel Rodríguez, investigador de Acción Educar. “Pero todavía tenemos que ver la sistematización de resultados antes de dar una opinión sobre su efectividad. En rigor, corresponde al Consejo Nacional de Educación evaluar si la consulta cuenta con el estándar esperado. Lo más importante en este sentido es la transparencia con que el ministerio muestre y fundamente hasta qué punto ha incorporado -o no- las observaciones que surjan”.
La nueva propuesta curricular propone que exista un plan común con ramos clásicos como Lenguaje, Ciencias y Filosofía, lo que incluye a los colegios técnico-profesionales, que hoy no cuentan con asignaturas como Arte o Educación Física.
Un cambio importante tiene relación con la profundización que podrán toman los alumnos antes de egresar. Para ello se crean 24 asignaturas en tres áreas de aprendizaje: Lengua, Ciencias y Desarrollo Personal, que incluye a Educación Física, Orientación y Religión.
Aunque Daniel Rodríguez reconoce que se ha hecho un esfuerzo importante por discutir la propuesta, entregar solución a la desigualdad formativa entre establecimientos científico-humanistas y técnico-profesionales, además de dar mayor diversidad a los electivos, “llama la atención la generalidad de los objetivos de aprendizaje y el lenguaje innecesariamente sofisticado y académico de los mismos. Están redactados de manera muy vaga, lo que hace que sean difíciles de entender y a la vez, interpretables casi de cualquier manera. No es claro qué es lo que se espera de los estudiantes, ni para las escuelas ni para los padres”.
El ramo de Filosofía “me llama la atención que sea tan poco ‘filosófico’. Se resalta sobre todo la creatividad y la creación de opinión, pero no se dice nada respecto del razonamiento lógico ni rigurosidad analítica, que son esenciales. No se pone especial énfasis ni en la forma ni en el contenido propios de la filosofía, sino que la generalidad de los objetivos generales se presta para que sea una asignatura más cercana a la opinología que a la reflexión filosófica”, indica Sylvia Eyzaguirre, del Centro de Estudios Públicos (CEP).
“También me llama la atención la falta de libertad en las asignaturas de profundización. En vez de dar la oportunidad a los estudiantes y a los profesores de profundizar en algún pensador, época o temática -filosofía griega, filosofía del lenguaje, ética contemporánea, filosofía política o metafísica, por ejemplo-, que resulta de especial interés para ellos, se imponen solo tres posibles temas, que no necesariamente son de interés de los estudiantes. Creo que esta restricción no es necesaria y no sé muy bien a qué responde”.
Cambio de switch
Tanto Rodríguez como Eyzaguirre enfatizan que entre las cosas bien encaminadas se encuentra la creación de la asignatura Proyecto, que busca que el alumno aborde un problema que le interese a través de una investigación propia.
Por su parte, Liliana Morawietz, del Centro de Investigación Avanzada en Educación (CIAE) de la U. de Chile, y Alejandro Carrasco, del Centro de Estudios de Políticas y Prácticas en Educación (Ceppe) de la UC, destacan la reintroducción de la Educación Cívica y lo que esto supone a la hora de formar una base común para los escolares del país.
“Si se carga la formación técnico-profesional únicamente a la preparación para el mundo del trabajo y nada más, se deja de recibir una formación para el ejercicio de la ciudadanía y participación social de manera crítica”, plantea Morawietz.
“La reforma curricular corregirá marcadas desigualdades que afectan a los jóvenes chilenos en su formación, dado que varias de estas propuestas ya son un asunto corriente en los colegios particulares pagados, que cuentan con recursos que en promedio, casi triplican a los disponibles en el mundo subvencionado”, dice Carrasco, quien agrega que la propuesta “al fin introduce el inicio de transformaciones mayores que la educación chilena necesita para enfrentar el siglo XXI. Esto en relación a la formación de habilidades de trabajo colaborativo, pensamiento crítico, creatividad, razonamiento en base a problemas y mayor protagonismo de los estudiantes”.
Donde Morawietz sí ve complicaciones es en lo difícil que puede ser para los profesores acomodarse a tantos cambios. “Las escuelas han estado constantemente teniendo que adaptarse a nuevos documentos o guías curriculares. Cuando recién se terminaba de ajustar la estructura curricular de las bases anteriores, empiezan estas nuevas”, dice en relación al ajuste curricular que se introdujo en el año 2009.
“Está muy bien que el currículum apunte a ciertas habilidades de orden superior, pero no se puede dejar de pensar qué pasa con los profesores que ya están en el aula y que están con otro switch . Esa para mí es la gran preocupación, que se garantice que se les va a formar en torno a los cambios”, agrega Navarro.
Ernesto Treviño concuerda. “El currículum apunta efectivamente a una formación más integral y se pone a tono con el conocimiento de frontera a nivel mundial, pero el hecho de que esté escrito no garantiza que se forme integralmente a los estudiantes. Se requiere que los sostenedores, directivos y docentes implementen adecuadamente las propuestas”.