Un 19% de ellas egresa en la duración formal de su carrera, en contraste con un 11% de los varones. Expertos apuntan a la poca flexibilidad de los programas y a la mala base.
En el país ya lo han planteado estudios, investigadores y también casas de estudios: los jóvenes se tardan en egresar de sus carreras. Ayer, sin embargo, el diagnóstico vino directamente desde París, donde se entregó la nueva versión del informe Education at a Glance, elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Este año, el análisis se centró en la educación superior y uno de los puntos que abordó fue qué tan oportunamente se graduaban los alumnos. Las noticias no fueron buenas para Chile: ‘Solo 16% de los estudiantes que entran a un programa de bachiller (3 o 4 años de duración) en Chile se gradúan según la duración formal, la tasa más baja de todos los países que tienen datos disponibles’, dice el documento.
Incluso con tres años de margen, la situación no mejora. La tasa sube a 54%, todavía por debajo del promedio de 67% que considera la organización.
Hay, eso sí, matices. El texto de la OCDE advierte que ‘las mujeres tienen mayor probabilidad de completar su grado en Chile. En 2017, un 19% de las alumnas que ingresó a un programa de bachiller en el país se graduó en la duración formal, en comparación a un 11% de los hombres’. Con los tres años adicionales, la tasa de las jóvenes se eleva a 60%, mientras que entre varones solo asciende a un 45%.
‘Tal como ha mostrado la evidencia en las trayectorias escolares y en distintos análisis de educación superior, las mujeres vuelven a tener mejores tasas de retención, titulación y egreso oportuno’, destaca el subsecretario de Educación Superior, Juan Eduardo Vargas.
Según datos del Ministerio de Educación, entre 2008 y 2018 las titulaciones femeninas crecieron 121%. El año pasado, 138.386 mujeres obtuvieron su título, en contraste con 105.999 hombres.
Mala base y poca flexibilidad
Más allá de los matices de género, los expertos coinciden en las explicaciones para el resultado que tiene a Chile en lo más bajo de la OCDE.
Daniel Leyton, académico de la Facultad de Educación de la U. Alberto Hurtado, cree que puede influir el hecho de que ‘hay muchos jóvenes que tienen que trabajar y estudiar a la vez, y esto muchas veces entra en conflicto con los sistemas de carreras más rígidas. No hay flexibilidad para recoger esta realidad’.
En el diseño de las mallas curriculares chilenas -a juicio de Andrés Bernasconi, director del Centro de Justicia Educacional de la UC- ‘el atraso está diseñado’. Según el académico, los seis o siete ramos de un chileno serían excesivos frente a las ‘cuatro asignaturas por semestre que tiene un alumno en Estados Unidos, Inglaterra o Alemania’. Que varios sean prerrequisitos para acceder a otros ramos, dice, tampoco ayudaría.
En el Mineduc, la lectura apunta a intervenir antes. El subsecretario Vargas afirma que se debe ‘nivelar la cancha desde el comienzo. En un contexto de recursos escasos, debemos invertir en los niveles que demuestran alto impacto, como la educación inicial y escolar’.
La autoridad señala que ‘en la medida que los jóvenes llegan más preparados a la educación superior, podemos mejorar sus trayectorias académicas’.
Para el rector de la UDD, Federico Valdés, ‘hay que gastar más en la educación escolar y dejar de aumentar el gasto en educación universitaria, para que lleguen en mejores condiciones’.
El título marca una diferencia
Pero aunque tarden en llegar a la meta, el informe de la OCDE muestra que los jóvenes que pasan por la educación superior obtienen beneficios muy concretos.
El 84% de los egresados de la enseñanza terciaria tiene trabajo, una cifra similar a la de los países desarrollados. Y quienes tienen una licenciatura suelen ganar cerca de 163% más que los que solo llegaron hasta 4° medio.
‘La misma OCDE nos destaca como el país que más ha avanzado en cobertura de beneficios y que ostenta una de las tasas más altas de acceso y cobertura de la educación superior en el mundo. Esta es una excelente noticia porque toda esta inversión tiene un retorno grande’, apunta Vargas.
Sin embargo, el investigador de la U. Diego Portales José Joaquín Brunner advierte que esta recompensa podría reducirse. ‘Lo más probable es que vaya en descenso, porque el número de nuevos profesionales que entran al mercado cada año es muy alto. Va a haber una oferta creciente en todas las profesiones, y si la demanda no aumenta -hoy no está aumentando, porque el crecimiento no es tan dinámico-, el premio que uno recibe va a decaer un poco’.
¿Un destino atractivo para estudiar? Aún no
Un aspecto en que Chile no destaca es el de la recepción de alumnos de otros países. El informe subraya que ‘no es un destino popular para los estudiantes extranjeros. En 2017, solo 0,4% de los alumnos de educación terciaria eran extranjeros, y eso apenas ha variado desde 2013’. Ante esto, el rector de la UDD, Federico Valdés, enfatiza que un camino para captar más jóvenes europeos o de países angloparlantes -que a su juicio sí están interesados en conocer la realidad latinoamericana- es ofrecer cursos en inglés. Así explica que lo hicieron en su institución: ‘Nosotros recibimos algo más de 500 alumnos (foráneos) al año y lo conseguimos haciendo un esfuerzo de promoción muy importante’.
Harald Beyer, rector de la U. Adolfo Ibáñez, cree que un factor puede ser ‘la excesiva especialización de la formación en Chile, que les impide encontrar semestres donde pueden convalidar estudios. También influye que la oferta de cursos en inglés en las instituciones nacionales es muy reducida’.
La directora ejecutiva de Acción Educar, Magdalena Vergara, añade que ‘el requisito de la PSU podría estar entorpeciendo que más jóvenes extranjeros accedan’. Enfatiza que es relevante estudiar el tema desde el foco de las políticas públicas, para analizar como sistema cómo se puede incentivar la mayor llegada de estos alumnos.