“Chile es un país que ha ido mejorando; pero a pesar de esas mejoras, tiene brechas importantes con respecto a los que participan en esta medición”.
Ayer, y pocas horas después de que la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) presentara en París el informe “Education at a Glance”, la subsecretaria de Educación, Valentina Quiroga, resumió los principales indicadores de Chile en comparación con los otros 33 países miembros del bloque y los 12 que fueron invitados a la medición.
Así, se reveló que en 2013 los jóvenes chilenos de entre 15 y 29 años que no estudiaban ni trabajaban llegaban al 18,8%.
Si bien la cifra es 3,3 puntos porcentuales más que el promedio de la OCDE, representa una caída de casi tres puntos en relación a 2012, cuando Chile llegó a ser el tercer país miembro con más jóvenes en la llamada generación “Ni-Ni”. Ahora ocupa el puesto 11, antecedido por naciones como Turquía, Italia y Brasil.
Sobre este fenómeno, la OCDE señala que “la duración y la calidad de la escolaridad tienen un impacto”, al igual que la transición que se establece entre los estudios y el trabajo, el mercado laboral, y la situación económica y demográfica. Y se añade que en algunos países, los jóvenes buscan trabajo una vez egresados, mientras que en otros, la “escolaridad y empleabilidad son concurrentes”.
Raúl Figueroa, director ejecutivo de Acción Educar, sostiene que una forma de abordar a la generación “Ni-Ni” es dándole un “fuerte énfasis” a la enseñanza media técnico-profesional. Según el experto, en países como Austria se ha “abordado la educación técnica como un instrumento para mejorar la política de empleo de los jóvenes, y así miran esta formación como una alternativa de preparación para el trabajo y no necesariamente como una fase previa a los estudios superiores”. Esto hace que “los empleadores busquen a jóvenes que provengan de este tipo de enseñanza, porque están capacitados para incorporarse al mundo del trabajo”.
Gasto de familias
Otro indicador relevado por la OCDE son los recursos destinados a educación. En Chile, el 65,4% del gasto en planteles de educación superior es financiado por las propias familias de los estudiantes. Así, Chile es “uno de los países que tienen más alta participación de las familias en el financiamiento de la enseñanza, y nos comparamos con otros bastante más ricos, como Corea y Japón”, resume Jorge Manzi, director del centro MIDE UC.
A su juicio, “estamos en un escenario que pone a las familias en una situación de vulnerabilidad en cuanto al acceso efectivo a la educación superior y al endeudamiento futuro”.
Y a pesar de que en los últimos años el Estado ha ido aumentando el gasto público, Quiroga asegura que de aprobarse la anunciada reforma a la educación superior, “debiese haber un cambio importante en cuanto a reducir la brecha”, de modo que las estadísticas chilenas se debieran acercar a las de los países desarrollados, en los que el gasto privado bordea el 30%.
La subsecretaria enfatiza que en Chile hay un alto retorno para quienes terminan la educación terciaria -el salario que obtienen es 2,6 veces más alto en comparación con los que tienen enseñanza media-, por lo cual, “la presión por tener un sistema educacional efectivo y justo es sin lugar a dudas mucho mayor”.
Ver noticia en diario El Mercurio