Por: Margherita Cordano.
En el último tiempo, la institucionalidad del sistema parece haber sido el principal foco de la educación en el país. Pero los especialistas estiman que ya es hora de poner atención a la experiencia formativa de los niños, entregando, a la vez, mucha más autonomía a sus profesores.
Más de la mitad de la población chilena no sabía leer ni escribir cuando se publicó la primera edición de “El Mercurio” en 1900.
Según datos del Censo de 1895, cerca de siete de cada 10 personas eran analfabetas, cifra que cayó a seis de cada 10 cuando se hizo la siguiente medición, en 1907.
Con el tiempo, este problema ha ido disminuyendo de forma importante. La última encuesta Casen (hecha en 2017) revela que al día de hoy, poco menos del 4% de las personas en Chile no son capaces de leer una frase como esta.
Los avances en materia de cobertura de la educación escolar jugaron un rol clave en este cambio: el Centro de Estudios del Ministerio de Educación estima que a fines del siglo XIX, la tasa de escolarización en niños de 5 a 15 años era 21%, muy por debajo de la cifra actual del 97%.
“El mayor logro educativo del país ha sido el avance en el acceso y la retención de crecientes grupos de la población en el sistema educativo. A lo ya logrado en básica en el siglo pasado, se ha adicionado lo mucho que se ha avanzado en media -con 86% de tasa neta de matrícula- y, recientemente, se ha agregado lo conseguido en preescolar en el grupo de 3 a 5 años, donde la cobertura es de 79%”, indica José Weinstein, director del Programa de Liderazgo Educativo de la Universidad Diego Portales.
A pesar de estos evidentes avances, Weinstein dice que todavía hay bastante por mejorar: “Entre los muchos problemas pendientes, el mayor es la deficiencia en los aprendizajes en general, la que se vuelve aguda entre los estudiantes de sectores socialmente más desaventajados. Este déficit se expresa, por ejemplo, en los últimos resultados de la prueba internacional PISA de 2018, que nos recuerdan que un tercio de los estudiantes chilenos no logra el nivel básico de aprendizaje en lenguaje y ciencias, y que la mitad no los logra en matemáticas”.
Consultados por “El Mercurio”, ocho especialistas en educación comentan los avances que se han hecho y los desafíos que aún tiene pendiente el país en esta área estratégica, que ha estado particularmente inquieta en esta última década: a nueve ministros de Educación en los últimos 10 años, se suman el movimiento estudiantil de 2011 y una serie de reformas que, bajo la mirada de los académicos consultados, apuntaron más bien a lo estructural y se alejaron bastante de la sala de clases.
Poca conversación
“El foco ha estado centrado en la institucionalidad del sistema: nuevas subsecretarías del Mineduc, creación de superintendencias, nueva administración de la educación municipal, cambios legales de sostenedores privados, estatuto docente, múltiples reglamentos y regulaciones, nuevas modalidades de admisión de alumnos y evaluación de establecimientos”, resume José Joaquín Brunner, columnista de la sección Educación de “El Mercurio”, académico de la U. Diego Portales y director de la cátedra Unesco de Políticas Comparadas de Educación Superior.
“Se ha puesto escasa atención a la calidad y efectividad de los aprendizajes, la equidad de las oportunidades de aprender, las estrategias pedagógicas, el clima escolar y la disciplina de trabajo, el apoyo a los docentes en la sala de clases, la arquitectura curricular y las tecnologías de enseñanza”, advierte.
Sergio Urzúa, profesor de la U. de Maryland (EE.UU.) e investigador de Clapes UC, lo sintetiza diciendo que “las reformas han estado en la forma y no en el fondo”. Mientras que Lorena Medina, decana de la Facultad de Educación de la U. Católica, plantea que “hemos querido mejorar poniendo más énfasis en mecanismos de control y accountability que en apoyos reales, específicos, y trabajo colaborativo. Se ha puesto más énfasis en los individuos que en el trabajo de los equipos en los esta-
blecimientos educativos”.
“La combinación de lucro, copago y selección era una combinación súper única en el mundo. En ese sentido, creo que fue muy importante haberlo abordado”, indica Alejandra Arratia, excoordinadora nacional de la Unidad de Currículum y Evaluación del Mineduc y actual directora ejecutiva de Educación 2020.
“Las reformas estuvieron muy vinculadas a esta idea de cambiar las reglas del juego. Lo que tiene que venir ahora es cómo nos metemos más en la experiencia formativa que están teniendo los niños y jóvenes en la escuela, en cómo avanzamos en una conversación hacia lo más sustantivo, que tiene que ver con lo pedagógico, ahora que terminamos de ordenar, por así decirlo, las definiciones de cómo se organiza esta cancha”, dice.
La especialista agrega que “en Chile hemos conversado poco res-pedo a cómo se les está enseñando a los estudiantes, respecto a cómo se aprende”.
Flexibilidad
En ese sentido, Magdalena Vergara, directora ejecutiva de Acción Educar, cree que dar autonomía a los profesores es fundamental. “No son los parlamentarios quienes deben decidir los métodos de enseñanza o evaluación, sino garantizar los espacios para que efectivamente ello pueda darse, al mismo tiempo que el Ejecutivo oriente estas buenas prácticas”, indica.
El foco ha sido “homogeneizar, regular y controlar todo hasta el detalle. Y la educación es un proceso eminentemente humano; por tanto, debe ser confiado, formador de valores y de despliegue de las capacidades de los estudiantes. Eso involucra orientaciones flexibles, donde también hay espacio para las afectividades y subjetividades”, agrega María Victoria Peralta, académica de la U. Central y premio nacional de Educación 2019.
Bajo la mirada de Harald Beyer, exministro de Educación y actual rector de la U. Adolfo Ibáñez, la clave de los buenos desempeños, “aunque genera mucha pasión, no está en la estructura educacional. Tiene que ver más bien con la interacción que se genera al interior del núcleo pedagógico, esa interacción entre docentes, alumnos y contenidos. Pensar en cómo lograr una interacción que promueva aprendizajes fundamentales y desarrolle habilidades apropiadas debe estar en el foco del diseño de las políticas y acdones educacionales”. Lamentablemente -dice-, “esa reflexión a menudo se descuida”.
FALTA DE INCENTIVOS
“Entre los temas pendientes está la cobertura universal de la educación parvularia con diferentes modalidades de atención, además de la calidad, en mayúscula, en todos los niveles del sistema”, cree la educadora de párvulos y premio nacional de Educación, María Victoria Peralta.
La pregunta, entonces, es si los profesores chilenos están capacitados para asumir esta tarea.
“Se ha optado ahora por un esquema alternativo que es bastante más selectivo a la entrada, pero los incentivos contemplados en la carrera docente no parecen ser suficientes para atraer a estudiantes de mayores aptitudes”, comenta Harald Beyer, a propósito de la Ley de Desarrollo Profesional Docente, que definió un aumento en los puntajes de admisión de las carreras de Pedagogía
Magdalena Vergara concuerda: “Es necesario que exista una mejora integral de la oferta laboral que se entrega para que sea atractivo. Necesitamos mejorar el ambiente laboral, mejorando las oportunidades de desarrollo profesional dentro de las propias escuelas, lo que no se reduce solo a una mejora de remuneraciones. (…) Además, hace falta un mayor análisis para determinar los fado-res de selección de un buen profesor, las características o aptitudes que debiéramos buscar. También debe haber un trabajo previo para despertar en los jóvenes la vocación de Pedagogía”.
José Weinstein agrega que aunque se ha impedido el ingreso masivo y no selectivo a la carrera, esto “no ha sido suficiente incentivo para atraer a todos los candidatos requeridos ni ha ampliado eficientemente la oferta de buenos programas de formación inicial, particularmente en regiones distintas de la Metropolitana”.
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