Según los expertos, las instancias de socialización en vivo en las escuelas ayudan a los estudiantes a forjar su identidad y a fortalecer su sentido de pertenencia con el colegio, lo que favorece el involucramiento de los alumnos con la actividad escolar.
Por Constanza Menares
El curso de Catalina Guajardo (17), alumna de cuarto medio en el Colegio Latino Cordillera, en la comuna de La Florida, es de 17 alumnos en total. Por este motivo, cuenta, entre ellos se sienten como ‘una familia que se entiende, porque se crea un compañerismo muy lindo cuando somos pocos’.
La pandemia y los confinamientos, sin embargo, dificultaron que la escolar pudiera seguir viendo y compartiendo con sus compañeros de forma presencial como estaba acostumbrada.
‘Cuando estábamos en el colegio, solo con su presencia la clase era mejor, pero online no tienes eso. No es lo mismo escuchar las ideas de los demás en una pantalla, por más que los profesores intenten hacerlo dinámico, uno no tiene la misma motivación’, afirma.
Y explica que, precoronavirus, se juntaba con sus amigas a estudiar, se quedaba en la casa de alguna de ellas durante la noche repasando y al día siguiente todas iban a dar la prueba. Ahora lamenta que dichas experiencias se hayan terminado.
‘Siento que al estar con gente, el aprendizaje académico se enriquece, pero si no están mis compañeros (frente a frente), la experiencia es automatizada’, lamenta.
Como ella, hay otros estudiantes secundarios que reportan haber visto su aprendizaje perjudicado no solo por el traslado de la educación a la modalidad a distancia y lo que eso conlleva, sino también, de manera particular, por no poder compartir presencialmente con sus pares.
De hecho, según información del reciente Diagnóstico Integral de Aprendizajes (DIA), desarrollado por la Agencia de Calidad de la Educación del Mineduc, el 90% de los estudiantes de tercero y cuarto medio sintieron que no asistir presencialmente a sus establecimientos los afectó negativamente en su aprendizaje.
Una de las conclusiones del informe es que los escolares efectivamente muestran interés en mantenerse vinculados con sus escuelas.
Motivación escolar
‘Con mis amigos nos quedábamos después de clases a repasar la materia de una prueba. Nos servía para tener la información bien en mente, nos ayudábamos con nuestras dudas y aparte el estudio se hacía entretenido’, dice Agustín Sandoval (16), quien cursa tercero medio en el Liceo Alemán, en Los Ángeles (Región del Biobío).
Y añade: ‘Siento que durante estos años en clases online he aprendido muchísimo menos que en las presenciales, todo es mucho más lento, y además que al estar tantas horas escuchando a un profesor hablar detrás de una cámara aburre, duelen los ojos, y al final no dan ganas de seguir prestando atención. Tengo muchos compañeros que han bajado su promedio desde que empezaron las clases remotas y sin duda tiene que ver con todo esto’.
‘Diversos estudios dan cuenta de que los estudiantes se han visto tremendamente afectados socioemocionalmente por la pandemia y el cierre de escuelas. Manifiestan sentirse solos, aburridos, querer volver a la sala de clases. El colegio, en el encuentro con sus compañeros y profesores, representa un lugar protector para los niños, en la relación con los demás se va desarrollando su identidad, su manera de socializar’, dice Magdalena Vergara, directora ejecutiva de Acción Educar.
‘Hicimos un estudio para medir la condición socioemocional de los escolares, y, por ejemplo, los resultados recogidos en Arica dan cuenta de que el 73% de los alumnos en tercero y cuarto medio reportan emociones que se asocian a una sintomatología depresiva’, asegura.
Anhais Bruna (14) va en primero medio del Colegio Alonso de Ercilla, en San Felipe (Región de Valparaíso). En su caso, relata, no poder asistir a sus clases en persona la ‘afectó muchísimo, porque junto a mis amigos y compañeros nos reíamos, compartíamos experiencias, gustos y casi los mismos estilos de vida. Ahora me apoyé mucho con mi familia, ya que es la única fuente de contacto que tengo’.
De acuerdo a Gonzalo Gallardo, académico de la Escuela de Psicología de la U. Católica y de la Facultad de Psicología de la U. Alberto Hurtado, aprender es ‘un proceso relacional, que incluye la presencia de vínculos sostenidos entre personas. En este sentido, para niños, niñas y adolescentes, la escuela no es solo un lugar donde aprender contenidos’.
Compartir más allá del colegio, acompañándose en el recorrido de vuelta a las casas o conversando en una plaza, precisa el experto, quien también es investigador del Observatorio de la Juventud Universitaria UC, ‘motiva al involucramiento de los estudiantes con la actividad escolar, fortaleciendo el sentido de pertenencia, ligado a la vinculación, integración y bienestar socioemocional de cada estudiante con su escuela, su curso y su grupo de pares más cercano, a quienes podría identificar como amigos. Sentirse respetados, valorados y reconocidos favorece la motivación escolar’.