“Avanzar decididamente hacia la gratuidad universal” en la educación superior es una de las promesas de la reforma educacional del Gobierno. Una idea que implicaría modificar el actual sistema de financiamiento universitario, basado en créditos y becas.
¿Es ésta una tendencia mayoritaria? ¿Qué dice la experiencia internacional? Para responder a estas preguntas, la fundación Acción Educar analizó los sistemas de financiamiento de los 34 países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), y arrojó que solo Dinamarca, Suecia y Finlandia tienen gratuidad universal. Del resto, 12 tienen mecanismos de gratuidad solo para planteles estatales, y 19 financian a sus alumnos a través de becas y créditos, o una combinación de ambas, como en los casos de Chile, Reino Unido y Canadá.
Lo que distingue a las naciones que han avanzado hacia la gratuidad es que tienen alta concentración de matrícula estatal; de hecho, en dos de ellas solo hay planteles públicos. Esta es una realidad distinta a la de Chile, que se caracteriza por su heterogeneidad de proyectos educativos y un alto número de entidades privadas que ofrecen carreras.
“La gratuidad me parece un error, y no hay nada que la justifique. La idea de moverse de un sistema de becas y créditos a la gratuidad avanza en la dirección opuesta al comportamiento de la mayoría de los países de la OCDE, cuya tendencia ha sido aumentar los aportes de la familia”, explica el director ejecutivo de Acción Educar, Raúl Figueroa. Añade que desde 2000 hasta la fecha, el gasto privado en Educación Superior ha crecido de 23 a 33%.
El experto afirma que la gratuidad es una idea que “no tiene sustento en la evidencia”, y el Ejecutivo “se ha dejado presionar por ciertos sectores que tienen otros propósitos, más ideológicos”.
Por eso Figueroa propone apuntar a mejorar la calidad y el acceso. “Hay que partir por terminar con las discriminaciones en la entrega de becas y créditos, ya que hoy las asignaciones son más altas y los créditos más ventajosos para las universidades del Consejo de Rectores, siendo que éstas reciben solo a un tercio de los alumnos”, asegura. También hace un llamado a las autoridades a “no alterar la lógica de nuestro sistema, que permite que los estudiantes tengan una amplia gama de posibilidades”.