Ciencia e investigación forman la base desde la cual los profesionales con grado de doctor buscan contribuir tanto a enfrentar la actual crisis sanitaria como aportar una visión de largo plazo para el desarrollo del país.
Toda crisis es una oportunidad y precisamente eso representó el SARS-CoV-2 para la ciencia chilena. La pandemia visibilizó la capacidad de la masa crítica nacional, aquella integrada por profesionales con grados académicos avanzados, como doctorados, y que debido al covid-19 adquirieron mayor relevancia.
Es que, en la práctica, la base del trabajo que desarrollan quienes tienen el grado de doctor es generar y aplicar nuevos conocimientos, tema clave para los desafíos que tiene un país.
En esta línea, el ministro de Ciencia y Tecnología, Andrés Couve, afirma que ‘los doctorados son los principales generadores de conocimiento, entendiendo el conocimiento como un bien público que puede ser utilizado por otros y otras’.
‘Los programas de doctorado apuntan a fortalecer la formación de investigadores, y con ello contribuir al desarrollo científico del país con los beneficios que trae la transferencia de este desarrollo en múltiples ámbitos (economía, salud, medio ambiente, educación, etc.)’, añade.
Pero las capacidades científicas de un país también son primordiales para hacer frente a crisis emergentes, como el coronavirus.
‘Tener un acervo de conocimiento grande, con personas con capacidades en todas las disciplinas permite reaccionar más rápido y tener más herramientas cuando nos enfrentamos a una crisis y eso es lo que pasó cuando llegó el covid’, explica Aisén Etcheverry, directora nacional de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID).
Andrés Couve, a su vez, destaca que los investigadores nacionales pusieron a disposición ‘el conocimiento de excelencia que se genera en nuestro país desde los primeros momentos de la emergencia’, aportado, por ejemplo, en los ensayos clínicos de vacunas covid-19, en el aumento y desconcentración de la capacidad de diagnóstico, en proyectos de investigación para generar nuevo conocimiento y soluciones tecnológicas, y en la secuenciación genómica, entre otros aspectos.
En Chile, según cifras del Ministerio de Ciencia y Tecnología, se dictan 341 programas de doctorados, de los cuales 212 están acreditados, lo que refleja -precisa Aisén Etcheverry- ‘no solo una mayor demanda de los jóvenes por formarse y capacitarse en grados más avanzados, sino también la madurez de nuestro sistema universitario, que está ofreciendo programas de nivel mundial’.
En efecto, según el Informe 2021 de Matrícula en Educación Superior, elaborado por Servicio de Información de Educación Superior (SIES), los programas de posgrado tuvieron una matrícula de 53.247 estudiantes. De ellos, el 87,4% corresponde a programas de magíster y 12,6% a doctorados. En relación al tipo de programa, se observa que la matrícula de doctorados creció 11,7% en el último año.
‘El alza en el caso de los doctorados es muy significativa respecto de periodos anteriores, donde dicha matrícula estaba relativamente estancada desde 2018 a 2020’, señala el documento.
Si se consideran el periodo entre 2017 y 2021, la matrícula en doctorados aumentó 21,5%.
Desde el Centro de Modelamiento Matemático (CMM), su director, Alejandro Maass, señala que ‘la pandemia nos mostró que si no tienes ciencia local para enfrentar este gran desafío global, no eres creíble, no eres un aporte. Chile tenía la infraestructura de laboratorios y que terminó siendo una infraestructura crítica, tenía la capacidad científica para contribuir a enfrentar la pandemia’.
Articulación e interdisciplina
Complementa Aisén Etcheverry al afirmar que en el país ‘tenemos estudiantes de doctorados, investigadores, universidades, un círculo cuya función es generar conocimiento y poder responder de la mejor manera posible’.
Y eso sucedió con la pandemia. La comunidad científica se articuló junto al Ministerio de Ciencia y el mundo público y privado en iniciativas concretas que dejan capacidades instaladas para que nuestro país enfrente esta y otras emergencias. Así, se desarrollaron proyectos e investigaciones para abordar aspectos educativos, de comunicación, de reconfiguración de los centros urbanos, dando cuenta de que las consecuencias del covid-19 van más allá que lo sanitario.
‘Este conocimiento permite que quienes están en la toma de decisiones, que están pensando en las medidas, los subsidios y los apoyos tengan un conocimiento mucho más profundo y acabado a la hora de tomar definiciones’, señala la directora nacional de la ANID.
En línea con esta opinión, por ejemplo, el CMM, en conjunto con el Grupo de Análisis y Modelamiento Matemático de Valparaíso (AM2V) de la Universidad Federico Santa María y el Centro de Epidemiología y Políticas de Salud (CEPS) de la Universidad del Desarrollo, estudian desde diversos aspectos el impacto que tendrá el SARS-CoV-2 en Chile.
Al respecto, Alejandro Maass explica que la pandemia tiene varios ritmos, ya que al comienzo está la sorpresa, la incertidumbre y definir qué se hace, pero luego el segundo ritmo tiene que ver con la temporalidad de la pandemia. ‘Si bien los grupos del CMM han estado en los dos ritmos, el último tiempo ha estado más cercano a pensar qué recomendaciones se pueden hacer, cómo se tiene que organizar para entender el futuro’, detalla.
En este contexto, una de las grandes enseñanzas que -a su juicio- está dejando la pandemia es ‘cómo aprendemos a articularnos mejor interdisciplinariamente. Quedó en evidencia que no todos los grupos (de científicos) estaban preparados para eso mientras que otros ya tienen experiencia en este ámbito’.
Así, producto de la crisis, se han fortalecido redes de investigadores y científicos, lo que ha permitido un diálogo que va más allá de lo sanitario. Estas redes transversales permitirán que el conocimiento que ya está se difunda.
‘La crisis puso la luz encima de la masa crítica que tiene Chile. Se hizo súper evidente y pertinente la importancia del conocimiento científico y se mostró que este conocimiento existe al igual que las capacidades. El covid-19 visibilizó esta situación, porque el conocimiento está ahí, siempre ha estado y seguirá estando después de la pandemia’, afirma Aisén Etcheverry.
Los grandes desafíos que depara el futuro
Promover programas de doctorado en áreas estratégicas para el país y complementar los claustros académicos de las universidades con expertos de áreas relacionadas con transferencia son algunos de los desafíos que el ministro de Ciencia y Tecnología, Andrés Couve, ve en el ámbito de los doctorados.
Asimismo, propone atraer más estudiantes internacionales para formarse en Chile; potenciar los mecanismos de internacionalización de estos programas, atrayendo también a expertos internacionales para impartir cursos; recibir estudiantes en cotutorías; e incentivar que las instituciones de educación superior se articulen, a través de consorcios u otras formas con distintos actores -públicos, privados y academia-, para generar programas de doctorado más complejos y de mayor calidad, aprovechando las capacidades de investigación de las distintas instituciones.
Para Magdalena Vergara, directora ejecutiva de Acción Educar, uno de los desafíos que tiene Chile en materia de doctorados es la generación de programas que ‘permitan seguir fortaleciendo la investigación y desarrollo de nuevos conocimientos con un fuerte foco social’.
Asimismo considera que se debe lograr una mejor vinculación entre docencia e investigación.
Mientras para Aisén Etcheverry, directora de la ANID, la pregunta a responder es ‘cómo podemos contribuir a que estos profesionales tengan distintas alternativas de carreras’, para lo cual hay que fortalecer las universidades para que puedan absorber a nuevos investigadores, pero también se deben generar mecanismos para que estos profesionales se puedan insertar en el Estado.
También se debe avanzar en que el sector productivo vea a los profesionales que se están formando como PhD como un valor agregado para que los incorporen a sus actividades productivas.