El primer año del Ministerio de Educación estuvo marcado por el gran eje conductor de la administración del ministro Ávila: el denominado “cambio de paradigma”. De acuerdo a la cartera, “para transformar la educación, estamos convencidos de que el primer paso es renovar la forma en que el Estado se relaciona con el sistema, la forma en que se relaciona con sus funcionarios/as, sostenedores/as, directivos/as, educadores/as, docentes, asistentes de la educación, madres, padres y apoderados, y por sobre todo con las y los estudiantes del país”.
Esta idea de un “cambio de paradigma” llevó al Ministerio de Educación a suspender evaluaciones, hacer inconsecuentes las medidas de calidad en los establecimientos y a quitar el apoyo a los liceos de excelencia.
Todas estas acciones iban acompañadas de un discurso que reivindicaba constantemente los conceptos de equidad e inclusión, pero confundía estos conceptos con una preferencia poco sana por lo estatal, con el deseo de enarbolar las banderas más perjudiciales del gremio docente, entre ellas, la suspensión de evaluaciones.
De acuerdo a nuestro director ejecutivo, Daniel Rodríguez, la idea de un cambio de paradigma “llevó al Mineduc a extraviarse tratando de eliminar el Simce, la evaluación docente, pagar la llamada deuda histórica, dejando en el total abandono la gestión y las acciones urgentes, como la deserción y el ausentismo”.
Reactivación educativa
Desde el Ministerio de Educación han mencionado que sus planes para la reactivación educativa buscan aplacar la deserción escolar, las pérdidas de aprendizajes y los problemas de convivencia escolar en las aulas.
Respecto a este último punto, el Mineduc lanzó el plan “Seamos Comunidad”, que se enfoca en las 60 comunas con mayores situaciones de violencia escolar, y el plan “Habilidades para la vida”, que ha hecho intervenciones en hasta 100 comunas para mejorar la salud mental de las comunidades.
Aunque ambas políticas parecen ir en una buena dirección, considerando que la violencia escolar está relacionada con una salud mental en dificultades, el alcance de los programas es bastante limitado, tomando en cuenta que Chile está dividido territorialmente en casi 350 comunas.
Otro de los problemas que agudizó la pandemia es la deserción escolar. Según datos del Ministerio, 50.529 alumnos abandonaron el sistema entre 2021 y 2022, y entre las medidas que se abordaron para revertir la situación está la creación de un equipo de 1.300 personas para ir en búsqueda de quienes dejaron de estudiar.
Como se puede observar, el punto más débil del Mineduc parece ser la capacidad de gestión de la crisis educativa. Los esfuerzos del Gobierno por guiar sus políticas hacia un “cambio de paradigma”, generó un desacoplamiento de la principal prioridad del país en materia educativa: la recuperación de aprendizajes, frenar la deserción escolar y subsanar la convivencia al interior de los establecimientos educacionales.