Columna en El Mostrador: La paradoja de la gratuidad

Por Bárbara Manríquez, investigadora de Acción Educar.

El Proyecto de Educación Superior comenzará a discutirse prontamente en el Senado y uno de los puntos más preocupantes es la fijación de cupos por carrera e institución por parte del Estado a todas las universidades adscritas a la gratuidad.

Esta medida está lejos de responder a criterios que apunten a una mejora en la calidad de la educación y es derechamente cuestionable la capacidad del aparato estatal para definir el número de profesionales necesarios en cada área. La fijación de cupos responde, más bien, a las evidentes restricciones presupuestarias que tiene el fisco. La gratuidad compromete importantes recursos públicos (cerca de US$4.000 millones cuando esté en régimen, según Hacienda), y para mantener control sobre éstos es necesario intervenir la cantidad de estudiantes que ingresan a pregrado.

¿Por qué? Porque observando datos históricos de la encuesta Casen, se observa que desde 1990 hasta la actualidad, si bien el aumento sostenido de la matrícula en educación superior ha afectado positivamente la cobertura en todos los niveles socioeconómicos, el mayor impacto se presenta en el 20% más pobre, donde la cobertura ha aumentado más de siete veces, pasando de 4% a 29%. Se trata de un crecimiento significativo, pero el valor aún es bajo si se compara con el 20% más rico, cuya cobertura es de 54%.El gobierno estima que cuando la cobertura de la gratuidad sea completa, la cantidad total de estudiantes será de 1.200.000 estudiantes, valor muy similar a la matrícula que tenemos actualmente en el sistema. La única lectura que se puede hacer de esto es que el Estado estancará deliberadamente la matrícula de aquí al 2070, en directo perjuicio de los estudiantes más pobres.

Así, mientras en el segmento más rico 54 de cada 100 jóvenes asiste a la educación superior, en el más pobre solo 29 lo hacen. Lo anterior deja en evidencia que el sistema de educación superior aún tiene capacidad de crecimiento, sobre todo en los estudiantes más vulnerables. Limitar las vacantes, por ende, los afectará negativamente.

El gobierno ha concentrado sus esfuerzos en la educación superior, descuidando la educación inicial y escolar, origen de las brechas de resultados. Por ende, no hay motivos para pensar que la composición socioeconómica de la matrícula de pregrado vaya a cambiar: la población más rica seguirá asistiendo en masa a la educación superior (de forma gratuita, además), mientras los más pobres serán víctimas de la fijación de cupos y el estancamiento de la matrícula, perpetuando y profundizando así la desigualdad de oportunidades, paradojalmente, como consecuencia directa de la gratuidad.


Escrito por Bárbara Manríquez González

Investigadora de Acción Educar