En Holanda, las escuelas privadas son consideradas parte del sistema público y reciben fondos del Estado para ejercer su labor educativa. Los sostenedores no pueden tener fines de lucro y están sujetos a regulaciones de autoridad local y nacional. La experiencia de ese país en materia educacional es mirada desde Chile como un ejemplo del que se pueden sacar lecciones.
“En el marco de la reforma educacional, el caso holandés es súper importante, porque iguala los derechos pero también los deberes de quienes proveen educación”, explicó el jefe de Educación General del Ministerio de Educación (Mineduc), Gonzalo Muñoz.
En tal sentido, dijo que “esta experiencia demuestra claramente que para que exista una verdadera provisión mixta en educación, es indispensable que las escuelas públicas y privadas compartan derechos, como recibir financiamiento estatal, pero también las obligaciones, como no lucrar, no discriminar ni cobrar”.
En el documento de trabajo “Apoyo público a escuelas privadas. Casos nacionales y lecciones para Chile”, de los investigadores Cristián Bellei y Carolina Trivelli, del Centro de Investigación Avanzada en Educación de la Universidad de Chile, se da cuenta de cómo funciona este sistema, en el que la educación es gratuita y no existe selección.
Según Bellei, Chile podría adoptar algunas reglas básicas del modelo holandés: “Que las escuelas subvencionadas sean gratuitas, que estén inspiradas en desarrollar proyectos educativos valiosos y no en la motivación del lucro, que respeten completamente la carrera profesional docente, y que se regule la subvención a nuevas escuelas para evitar la sobreoferta”.
Según datos de Acción Educar, Holanda destina el 6,3% de su PIB (US$ 838 mil millones proyección PIB 2014) a educación. El 0,4% corresponde a nivel preescolar, el 4,1% al nivel escolar y el 1,7% a la educación superior. Respecto del gasto anual por alumno, en 2010 fue de US$ 10.075 en educación escolar y US$ 17.161 en terciaria.
En los países Ocde, en tanto, el gasto promedio del PIB en educación es de 6,3%, del cual 0,6% se destina a preescolar, 3,9% en el nivel escolar y 1,6% en superior. En cuanto a la inversión anual por cada estudiante, en 2010 fue de US$ 8.550 en el sistema escolar y US$ 13.528 en el universitario.
Chile, en tanto, en 2011 destinó el 6,4% del PIB (US$ 263 mil millones proyección PIB 2014) a educación. De este, 0,6% va a educación parvularia; básica y media recibieron el 3,4%, y a educación superior correspondió el 2,4%. El gasto por alumno, en tanto, llega a US$ 4.100, es decir, menos de la mitad del promedio Ocde y de Holanda para educación escolar.
Pese a que Chile destina un porcentaje superior de su PIB a educación que Holanda y que el promedió Ocde, se debe considerar que el monto total de ese indicador es cuatro veces menor en nuestro país.
Pese a los beneficios que muestra el sistema holandés, hay aspectos que según los investigadores debieran corregirse, porque tiene debilidades en garantizar la equidad educativa, según indicó Bellei. “Un excesivo énfasis en la libertad de elección, el no priorizar la educación pública y el hacer académicamente selectiva la educación secundaria son factores asociados a una alta inequidad de la educación holandesa”, explicó.
A juicio del investigador del Ciae, “Chile debe tomar nota de esto para no repetir sus errores. Por eso es tan importante fortalecer la educación pública y evitar la selección de los alumnos”.
Gonzalo Muñoz planteó que el caso holandés demuestra que “es posible tener una provisión mixta, que el sector particular subvencionado financiado por el Estado exista, pero al mismo tiempo con condiciones que no son distintas a la educación dirigida directamente por el Estado”. También advirtió que hay limitaciones, porque la experiencia holandesa “también confirma que los sistemas educativos basados en la libre elección de las familias tienden a segregarse. Así ha sido en los últimos años en ese país”.
Muñoz, además, enfatizó que “este es un llamado de atención para que desde las políticas educacionales promovamos permanentemente la inclusión como eje rector del trabajo del Mineduc”.
Para Gabriel Ugarte, investigador de Acción Educar, de acuerdo a estándares internacionales, “el sistema holandés es muy efectivo, superando en desempeño académico a varios otros países desarrollados”. Por ejemplo, indicó, en la prueba PISA de la Ocde en 2012, los resultados de Holanda son superiores a los del promedio y similares a los de Finlandia, encontrándose entre los 15 mejores países en cada una de las pruebas (Matemática, Lectura, Ciencia).
Según Ugarte, “las escuelas privadas pueden definir requisitos de admisión, pudiendo rechazar a aquellos alumnos cuyos padres no se adhieren a la visión de la escuela. El consejo de la escuela decide acerca de la admisión del alumno”.
En el estudio también se analizó la experiencia de otros cinco países: Bélgica, Estados Unidos, Colombia, Inglaterra y Suecia. La conclusión más importante, según Cristian Bellei, es que Chile puede aprender mucho sobre cómo mejorar las reglas y políticas de apoyo estatal a escuelas privadas. “La forma como lo hemos hecho no está pensada para producir ni calidad ni equidad educativa; más bien lo contrario”, señaló. Y agregó que “si la Presidenta tiene éxito con sus iniciativas, Chile comenzará a parecerse más a las experiencias internacionales más consolidadas de apoyo público a la educación privada”.