Según expertos, cuando un estudiante universitario deserta del sistema se puede deber a distintos factores, como vocacionales o económicos. En este último sentido, para algunos la gratuidad podría ser una herramienta que permita frenar el retiro de miles de alumnos que no pueden continuar sus carreras por falta de recursos. Pero también advierten que esta nueva política pública podría tener un efecto contrario: que incremente la cantidad de personas que dejan sus estudios al no tener una presión monetaria.
Ernesto Treviño, académico de la Facultad de Educación de la U. Católica, dice que en el sistema chileno hay tres problemas: vocacionales, procesos de acompañamiento deficientes y el hecho de que muchos estudiantes trabajan. “La preparación y orientación vocacional en la educación media son insuficientes para prepararlos para la educación superior”, remarca y agrega que “los procesos de selección en las instituciones, así como el apoyo a los estudiantes recién ingresados, son deficientes”.
Para el rector de la Universidad Católica, Ignacio Sánchez, la gratuidad puede ayudar a disminuir la deserción al dar seguridad al estudiante de poder desarrollar sus estudios sin preocupaciones socioeconómicas. Sin embargo, advierte que se requieren otros apoyos: becas de alimentación, transporte, manutención y materiales, entre otras. “La ausencia de una de ellas puede significar poner al estudiante en riesgo de deserción”, señala.
Sánchez afirma que “lamentablemente los anuncios del término de la Beca de Mantención van en una línea contraria y son muy negativos en términos de superar la deserción. Quisiera hacer un llamado al ministerio para que reincorpore este apoyo”. Esa beca entrega cerca de $ 18.000 mensuales y, según Sánchez, “la pérdida de este tipo de apoyo puede aumentar de manera significativa la deserción”.
Oscar Garrido, rector de la Universidad de Los Lagos afirma que “es fundamental contar con financiamiento de programas, de parte del Estado y las universidades, que permitan implementar procesos de nivelación de estudios y el desarrollo de estrategias de fortalecimiento de competencias transversales en lógica verbal y matemáticas y habilidades socio afectivas”. Es decir, dice,“herramientas concretas para adaptarse a las exigencias del sistema universitario”.
Para Claudio Elórtegui, rector de la U. Católica de Valparaíso, el problema del abandono de las carreras “debe ser abordado tanto por las instituciones como por la política pública. En mi opinión, ello constituye un tema pendiente y ausente en las preocupaciones del actual gobierno”.
Además, plantea que “si queremos seriamente avanzar en equidad en educación superior, esto es prioritario, porque la deserción esta muy concentrada en los estudiantes vulnerables. Para estos alumnos, se requiere no sólo gratuidad, sino también apoyo académico y para gastos básicos de mantención”.
El académico y ex secretario de la Comisión Nacional de Acreditación Patricio Basso sostiene que entre 2005 y 2014 más de 600 mil personas desertaron de la educación superior, lo que a su juicio muestra “los síntomas de un sistema fracasado, en donde una cantidad enorme de alumnos se está perdiendo en un hoyo negro sin poder egresar de forma exitosa”.
A su juicio, la alta deserción es una consecuencia de la acelerada expansión del sistema universitario. Y estima que “con la gratuidad puede que se comience a resolver el problema de los costos de los aranceles y algunas de las consecuencias que implican”.
El rector Sánchez dice también que la gratuidad se debe considerar “no sólo una invitación al ingreso y admisión a los estudios superiores, sino una invitación a egresar y titularse”.
El jefe de la División de Educación Superior del Mineduc, Francisco Martínez, detalla que según los antecedentes de esa cartera “existe una clara diferencia respecto de la retención de los estudiantes que recibieron beneficios, (becas y créditos) y que alcanzan un 80,3% con aquellos que cursaron sus carreras sin ayudas estatales con un 58%”.
Según Martínez, esto permite concluir que una posible causa de la deserción en la educación superior es que los estudiantes no cuentan con el financiamiento necesario para cubrir el costo de sus carreras. “La gratuidad en 2016 les permitirá a miles de familias de los sectores más vulnerables de la población no sólo acceder a los estudios superiores, sino que permanecer en ellos sin tener que preocuparse por su financiamiento”, asegura.
Para el director ejecutivo de Acción Educar, Raúl Figueroa, quien también fue asesor del Mineduc durante la administración de Sebastián Piñera, “la forma en que está diseñada la gratuidad no se hace cargo de los problemas de deserción. Puede que haya menos incentivos para perseverar porque el costo para el estudiante es menor”. Por esto, advierte que, “en la reforma se debe incluir algún mecanismo de selección asociado a la gratuidad”. Con esta postura discrepa el académico de la U. de Santiago, Francisco Javier Gil, quien afirma que “con la gratuidad va a aumentar la tasa de retención porque algunos estudian y trabajan y quizás ya no tendrán que hacerlo”.
Para el académico de la U. Diego portales, José Joaquín Brunner, independiente de las cifras de retención y deserción se debe considerar un factor relevante: la tasa de titulación, la que en Chile está por sobre el 52%, lo que representa una cifra alta en comparación a otros países de la región. “Para resguardar los recursos públicos hay que repensar las condiciones de gratuidad y acompañar la necesidad socioeconómica con alguna consideración de mérito y esfuerzo personal”.
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