Expertos concuerdan con que políticas estatales como becas y créditos dieron impulso al despegue.
¿Creería que en 1984 todos los alumnos de pregrado de las universidades privadas chilenas sumaban apenas unos 3.700 estudiantes? (ver tabla). La cifra, que hoy no alcanzaría ni para llenar un campus, se ha multiplicado casi por 100 en 35 años, si se la compara con los cerca de 350.000 matriculados que ostentan esos planteles hoy.
A nivel general, en 35 años la matrícula total de universitarios en Chile se multiplicó por 6: de poco más de 109.000 a los casi 700.000 actuales. ¿Cómo se produjo el salto? Para entenderlo hay que retrotraerse hasta 1981, que es un año clave para la educación superior chilena.
‘Hasta ese instante sólo había 8 universidades tradicionales. A partir de eso hay dos fenómenos que se producen: primero, la U. de Chile se desmembra y sus sedes de regiones pasan a ser universidades. Por lo tanto, crece el sistema por el lado de la oferta y, paralelamente, se permite la creación de universidades privadas, con lo cual se empiezan a crear proyectos con inversiones privadas’, explica Carlos Williamson, rector de la U. San Sebastián.
A eso le agrega varios hitos que remecieron el panorama de las matrículas. ‘Hay un crecimiento importante del ingreso de los chilenos entre los años 1985 al 1997, que permite financiar el pago de aranceles. Ese período coincide con un relativo boom demográfico, que venía de un poco antes; es decir, jóvenes que empiezan a egresar de la educación escolar y estaban en condiciones de satisfacer las vacantes que se abrían’, señala el rector.
También menciona para la década del 90 la creación de colegios subvencionados. ‘Eso permite que sectores de ingresos medios puedan prepararse para el ingreso a las universidades’, destaca.
La masificación vino de la mano con las políticas públicas. ‘A comienzos de los 90 empieza a operar un crédito solidario para las universidades del Cruch y aumentan las becas. El 2005 se crea el Crédito con Aval del Estado (CAE), que está orientado a segmentos medios y bajos y, especialmente, tiene acceso a financiamiento en universidades privadas, que antes no tenían créditos ni becas’, recalca.
Trae beneficios
Magdalena Vergara, directora ejecutiva de Acción Educar, coincide con la importancia del CAE. ‘En su minuto significó una oportunidad muy importante. Si bien el CAE tuvo ciertas dificultades y efectivamente problemas en su diseño, no solo permitió que más personas entraran, sino que abrió oportunidades a personas de niveles socioeconómicos más bajos que antes no podían entrar’, opina.
Su visión es que el crecimiento de matrícula trae beneficios positivos: ‘En términos personales permite movilidad social y mejoras salariales. En la parte social, una mayor cantidad de personas que logran pasar por la educación superior significa más profesionales para el país y se puede producir mayor investigación e innovación’.
Eso sí, advierte que existen desafíos, como la mejora de la calidad y la retención académica. ‘Una cosa es que aumente la matrícula y otra es cómo aseguramos que esa persona que entró logre terminar la carrera y además, pase con calidad. No puede ser solo aumentar la cobertura, sino que efectivamente se le entregue un valor a lo que estamos dando’, comenta.
Si bien existen dificultades, reconoce, también se han producido avances. ‘Por ejemplo hay dos hechos concretos: hoy día es obligatorio para todas las instituciones contar con la acreditación y existe la Superintendencia de Educación Superior, para fiscalizar que todas las instituciones cumplan con la normativa’, señala.
Crecimiento frenado
Víctor Salas, economista y académico de la Usach, realizó un estudio con otros especialistas sobre la incidencia de la gratuidad y becas en el mayor ingreso de estudiantes vulnerables en la educación superior.
La investigación señala que la matrícula de los alumnos pertenecientes a los quintiles 1 y 2 (los de menores ingresos) pasó de 172.160 estudiantes en 2009 a 320.099 en 2017. ‘Los jóvenes pertenecientes a los cuatro primeros deciles son el mayor porcentaje de alumnos en la educación superior’, asegura. Eso también tiene relación, sostiene, con que bajó la cantidad de hijos en los sectores más acomodados.
¿Hasta dónde llegará el crecimiento? En su opinión, la matrícula de educación superior ya quedó estancada por factores demográficos. ‘La moda, que es la mayor cantidad de población que hay en un determinado año, en el censo de 1992 era de 8 a 9 años, lo que significaba que teníamos una gran base poblacional. Pero el 2019 se estima que la moda llegó a 29 años. Eso significa que hay menos jóvenes: ese grupo etáreo está dejando de crecer’, concluye Salas.