Muchas personas se matriculan cuando ya han ingresado al mundo laboral y graduarse les abre mejores perspectivas.
Por Ó. Valenzuela
De las 150 instituciones de educación superior vigentes en Chile en 2019 -59 universidades, 40 Institutos Profesionales (IP) y 51 Centros de Formación Técnica (CFT9- se titularon 197.888 alumnos de pregrado, según los datos del Servicio de Información de Educación Superior (Sies), del Mineduc.
La edad promedio de quienes obtuvieron su cartón el año pasado fue 27,4 años.
¿No estarán saliendo algo mayores los muchachos al mundo laboral?
‘Está dentro de la normalidad’, aclara Andrés Bernasconi, académico de la Facultad de Educación de la Universidad Católica y director del Centro de Justicia Educacional.
Dice que aparecemos dentro del promedio de la OCDE.
‘Italia, por ejemplo, está con 29 años, Australia con 26, Bélgica es de los más bajos con 23, Canadá con 25, nosotros con 27, igual que Colombia y Dinamarca, Finlandia con 28. No es un indicador que nos ponga en una posición de desmedro con otros países’, señala.
Hay que tomar en cuenta los diferentes sistemas educativos.
‘En Chile, como en general en América Latina, el pregrado no solamente certifica conocimiento académico, sino también da derecho a ejercer una profesión. En otros países no ocurre, puedes salir con 26 años, pero eso no te autoriza para trabajar. En Alemania o en Suiza, para ejercer las profesiones, como psicólogo, médico, abogado o ingeniero, la gente cuando se certifica tiene más de 30 años’, explica.
También incide un fenómeno creciente en todo el mundo.
‘Hay un rezago entre el término del colegio y el ingreso a la educación superior por distintas razones: los jóvenes se demoran más en terminar porque se van a trabajar, porque se dedican a viajar, por lo que sea. Eso significa que el momento de partida no es a los 18 años, es a los 20 o 21 años’, destaca Bernasconi.
Entran a los 25
Leopoldo Ramírez, director ejecutivo de Vertebral, consejo de rectores de Institutos Profesionales y Centros de Formación Técnica acreditados, opina que ya no está tan clara la que se consideraba la ruta lógica: pasar del colegio directamente a la educación superior.
‘El estudiante de hoy es mucho más complejo que hace 30 años. Hoy día no es únicamente aquella persona que está dedicada a la función académica, hoy es también padre o madre de familia, es trabajador, asiste a sus estudios en jornada vespertina’, comenta.
A su juicio, hay que desdramatizar esos 27,4 años promedio para titularse, ya que podría seguir creciendo.
‘Es un fenómeno incluso un poco más pronunciado en el mundo técnico profesional, porque la edad de ingreso promedio de nuestros estudiantes es 25 años’, indica.
¿El motivo?
‘Muchas veces las personas que constituyen la fuerza laboral vuelven a estudiar. Las empresas valoran a una persona con título, de modo que alguien que está trabajando en una determinada función sin tiene título vuelve a estudiar o bien va por primera vez a una institución de educación superior’, destaca.
Ramírez estima que en el futuro se impondrá el lifelong learning o aprendizaje durante toda la vida.
‘Las personas van a estar siempre estudiando, actualizándose o conociendo nuevas tecnologías y procesos productivos’, señala.
Magdalena Vergara, directora ejecutiva de la ONG Acción Educar, pone el acento en cuánto duran las carreras.
‘Un porcentaje importante de los alumnos entra sobre los 20 años y las estructuras de las mallas curriculares pueden ir desde los diez meses a los siete años’, expone.
Eso plazos no consideran a quienes se atrasan por distintos motivos.
‘Si la edad de titulación se debe a que el estudiante trabaja antes y entra a estudiar después, está bien. Ahora, si se debe a una sobreduración de la carrera, sí es problemático porque eso implica consecuencias negativas: hay un mayor costo para el estudiante, los aranceles se aumentan, hay un costo de oportunidad, porque entra más tarde a trabajar y eso va incidiendo’, opina Vergara.